Hay distracciones que pueden ser fatales

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Estaba muy ebrio. Entre las Heineken, varias Indio, algunas botellas de Black Label estaba al borde del colapso. Manejé un rato, no sé en realidad cuánto tiempo. Sin darme cuenta, llegué a mi casa. En ocasiones hay que destrozar el hígado para sanar el corazón.

Revolví entre mi ropa hasta hallar mi iPhone. La llamada se enlazó, pero ella no contestó. Otra vez. Uno, dos, tres, cuatro timbres. Nada, el buzón. Una vez más. Enlazó a buzón directo. Otra vez. Buzón directo. Lo apagó. Me llevé las manos a la cabeza. Todo parecía ir más lento, pero demasiado borroso. Tenía que hablar con ella, buscarla, regresar con la cola entre las patas y pedirle perdón como el perro apaleado en el que me había convertido. Dispuesto a verla, arranqué el auto y maniobré un poco aunque en realidad no era necesario.

Empecé a pensar que el camino no se veía como de costumbre y esa sensación de estar totalmente desorientado se apoderó por completo de mí. Tardé algo de tiempo en ser consciente que ni siquiera estaba en mi casa, en mi calle y traté de recordar si en algún momento toqué carretera para confirmar si seguía en mi ciudad.

Me pareció verla, tan endeble y sola como ese último día que la vi, en el que me porté como una verdadera mierda. Ella que sólo busca sacarme una sonrisa. Pronto me di cuenta que el alcohol me estaba haciendo ver cosas que deseaba ver con tantas ganas porque la vi caminando ahí, justo por donde iba. Me pregunto si la conciencia es un mounstruo  creado por nosotros mismos para torturarnos o de verdad existe. Me recriminé varias veces mi estupidez porque no querer a Rebeca no es motivo para tratarla mal.

Retumbaba en mi cabeza, el subconciente tan socarrón que tenía me decía: Si de verdad no la quieras, si de verdad no te importa,  ¿qué haces sintiéndote así? 

 De ahí, nada, un sórdido golpe, un árbol, el parabrisas roto, cristales saltando y un crac cerca de mi rodilla derecha. Hay distracciones que pueden ser fatales. 

El Diario de Ana Rebeca: Del desamor y otros demonios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora