Muffins...

2K 82 19
                                    

-Pufff... Ese idiota... No le hagas caso, siempre anda de mal humor- dijo Amaya, para luego reírse un poco.

-Y eso que es tu amigo... ¿No?- preguntó Bryce a la chica, algo extrañado.

-Sí, pero sólo porque cuando raramente está de buen humor es gracioso, además, lo conozco desde maternal- explicó, sonriente.
Eso era algo muy lindo en ella: su sonrisa de perlas brillantes.

-¡Amy! ¡Ya vámonos!- exclamó una chica de cabello castaño y rizado, con una actitud impaciente.

-Bueno, ya me voy chicos, hasta mañana- se despidió Amaya, de forma alegre.

-Adiós- dijimos Bryce y yo al unísono, sin querer.

-Oye Allen... Tengo una duda- dijo el chico pensativo. -¿Cómo te gusta que te digan?-
-Pues... Creo que Al está bien...- dije sin pensarlo. En realidad, nadie me llamaba así, pero quizás, podría ser un nuevo apodo, para un nuevo comienzo.

-¿Al? Bueno, está bien- sonrió Bryce,  con los ojos cerrados.

-En fin, debo irme a casa, ¡Nos vemos mañana!- se despidió el chico, con su actitud alegre.
Yo simplemente le respondí con un "Bye" que seguramente ni siquiera escuchó.

Lo cierto, era que ya se estaba haciendo tarde, y yo debía recoger mis cosas, puesto que seguramente el chófer ya había llegado por mí.
Y así fue.

-¿Qué tal le fue en el nuevo colegio, joven?- me preguntó el chófer, cuando me subí al auto.

-Bien... Supongo- respondí pensativo.
Normalmente, me llevaba bien con el chófer y le contaba muchas cosas, pero esta vez, por alguna razón no deseaba contar gran cosa.

Quizá, necesitaba aclarar mis ideas...

-Me alegro- respondió el chófer, con una amplia sonrisa, aunque su mirada delataba que deseaba saber más.

Luego de una media hora de viajar en auto, llegamos a mi casa; ya que ésta, se encontraba en un residencial a las afueras de la ciudad.

Y como de costumbre, sucedieron las mismas cosas de siempre: los vecinos hacían sus cosas, mis padres no llegaban a casa, me encontraba solo...
Aunque a pesar de la soledad, y el inquietante sonido del silencio, ya estaba acostumbrado.

-Ugh... Tengo hambre- dije al dejar mi mochila en la habitación.

Sin embargo, para mi mala suerte, la empleada doméstica no había ido ese día a la casa.
Así que debía valerme por mí mismo.

Bajé las escaleras hasta las escaleras, recorrí los pasillos y entré hasta la cocina, donde estaba estaban todos los víveres.
No necesitaba algo elaborado, yo sólo tenía hambre.

Por lo que tomé una caja de donas, otra de muffins, un pastel y algo de leche fresca.

-Genial...- sonreí al ver toda la comida en la mesa. Se me hacía agua en la boca de tan solo verla.

Entonces, tomé una dona, la coloqué en mi boca y comencé a saborearla.
El tan sólo sentir el azúcar en mi lengua y como poco a poco me satisfacía, era algo maravilloso para mí.

Amaba la comida, no podía dejarla, y cuando lo hacía, me sentía hambriento y ansioso.

Por eso, seguí comiendo, dona tras dona, muffin tras muffin, entre otras cosas que había tomado.

Sin embargo, para cuando solamente me faltaba la mitad del pastel, comencé a sentirme muy lleno.

-V-Vamos... Uno más...- me dije a mí mismo. No quería desperdiciar nada, menos una delicia como esa.

Finalmente, me comí todo el pastel, para luego tomar unos tragos de leche fresca.

Lo malo, era que ahora mi abdomen estaba más grande... Y tendría que comprar ropa nueva que me quedara.
En fin, en ese momento suponía que valía la pena... Todo por seguir disfrutando de lo que más me agradaba.

Me gustan los Chubbys... Como TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora