Min Yoongi

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Siempre había sido así.

- ¿Irás a la fiesta del viernes?

- Creo que sí. Tengo que preguntarle a Jin si está libre, últimamente le asignan todos los turnos de la noche en el restaurant...

Jimin intentó regalarle una sonrisa a su amigo pero ésta salió bastante forzada. Siempre era lo mismo con Namjoon: desde que había encontrado a su alma gemela no había lugar al que fuera sin ella.

- Espero que pueda ir, dicen que no va a ser una mierda como todas las fiestas anteriores...

- Tú solo piensas que fueron una mierda porque no pudiste tomar nada – rió Namjoon.

- ¿Y de quién piensas que fue la culpa? ¡Tú eres quien me ordenó ser tu conductor designado, hyung!

Ante la queja, su amigo echó a reír. Un Jimin enojado era un Jimin peligroso, pero un Jimin enojado por tonterías era un Jimin del que reírse. Así me paga, que amigo de mierda que me busqué pensó Jimin, tratando de ocultar una sonrisa propia.

- Pero no Jiminie, en serio, haré todo lo posible por ir. Incluso si Jin no puede.

- Eso quería escuchar, estar unas horas más sin él no te matará.

- Nunca sabes, la última vez me descompuse tanto que vomité hasta lo que no tenía dentro...

- Eso fue porque te tomaste una botella de vodka tú solo.

Namjoon fingió pensarlo y luego asintió, sonriendo de lado.

- Pero este viernes no, este viernes no voy a recordar ni mi nombre de todos los tragos que voy a tomar – concluyó Jimin, girando para dirigirse a la cafetería. Eran casi las cinco de la tarde, por lo que el lugar se encontraba bastante desierto. Todos habían huido a sus casas, esperando evitar que el frío invernal se volviera más insoportable.

- ¿Este viernes seré yo el conductor designado?

- ¡Tú lo has dicho!

Antes de que Namjoon pudiera decir algo más sobre el tema, su celular comenzó a sonar. Al sacarlo y ver el nombre en la pantalla, el chico no pudo hacer más que sonreír estúpidamente y atender. Jimin revoleó los ojos en broma y continuó su camino hacia el mostrador para pedirles un café. O tal vez dos. Él mas que nadie sabía que Namjoon podía estar horas en el teléfono si se trataba de su alma gemela, Kim Seokjin. Por más de que Jimin sintiera más de una vez que podía llegar a ahogarse en un mar de miel al ver a sus dos amigos interactuar, a él le encantaba ver a su mejor amigo tan ensimismado con alguien cuando cuatro años atrás pensaba que nunca encontraría a aquella persona especial, que ningún nombre se grabaría en su muñeca jamás.

Mientras que las estadísticas mostraban que el 94% de los tatuajes con el nombre de tu alma gemela aparecían en tu muñeca exactamente el día que cumplías los 15 años, había poca probabilidad de que aparecieran más tarde en la adolescencia. Ese 5% de las personas conseguían su tatuaje entre los 16 y los 20. Solo una mirada bastaba para que el destino se activara y en tu muñeca izquierda ardiera el nombre de aquel que estaba reservado solo para ti. Nunca era igual para dos personas: cuando tus ojos encontraban los de tu alma gemela, en tu tatuaje aparecía otro diseño, uno que partía desde el nombre hasta envolver el dedo anular de tu mano izquierda, aquel donde, algún día, iría el añillo que los uniría en matrimonio. Era un prospecto bastante reconfortante. Saber que había alguien ahí afuera que había sido hecho únicamente para ti, para tu felicidad, para que llenaras sus días. Aunque no todo fuera perfecto.

Era sabido que la mayoría de las personas atesoraba estar con su ser destinado, que era normal que pasaran gran parte del tiempo juntos; de lo contrario, ambos comenzarían a sentirse vacíos y comenzarían a experimentar lo que todos llamaban ansia por separación. En cada persona se mostraba de distinta manera: dolores de cabeza, fiebre, vómitos, cansancio, mientras más lejos se encontrara tu alma gemela, mayor sería el malestar. Era por eso que la taza de suicidios era tan alta: muchas personas no soportaban el dolor de estar alejados de su alma gemela –por cualquier razón que fuera- y acababan poniéndole fin a su vida. Eso sí era algo escalofriante de pensar. Una vez, Namjoon le había confiado que, cuando Jin había tenido que ausentarse de la ciudad durante una semana por un seminario de pastelería a 300 kilometros de Seoul, él no había podido levantarse de la cama. Sus piernas, literalmente, no reaccionaban. Había tenido que llamar a Jimin para que lo ayudara en sus tareas diarias. Así que el ansia por separación era algo serio, algo a lo que la mayoría de las personas le temía.

Mírame hacer cosas peoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora