Capítulo 12 -último-

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Rocky tiraba de su correa ansioso por llegar a casa mientras atardecía sobre San Diego. Anahí respiró hondo, inhalando el fresco aroma del océano, el sabor salado del aire. Adoraba ese lugar, siempre le había encantado.

San Diego era totalmente distinto a Las Vegas. Allí tenía amigos, una preciosa naturaleza y una vida.
Sí, de acuerdo, no tenía al hombre en el que no había dejado de pensar ni un momento desde que había vuelto a casa, pero se dijo que lo superaría.

Intentó convencerse de que no le había roto el corazón dejar a Poncho.
Porque en alguna parte entre la oferta de trabajo y el beso en el lago, Anahí había hecho la única cosa que se había prometido no hacer.

Se había enamorado de Poncho.

El hombre que se ocultaba en alguna parte dentro de Alfonso Herrera, el presidente de Sistemas Herrera, bien por sentirse culpable por la muerte de su hermano, bien por las presiones del trabajo o tal vez por miedo a acercarse a alguien.

Semanas atrás había logrado ver al hombre del que se había enamorado y cuando eso había sucedido su corazón se había encaprichado con él más y más. El  día que lo había secuestrado, había hecho algo más que tomar a Poncho como rehén.

Se había unido a él para siempre.
Desde que había vuelto a casa, no había dejado de pensar en él, de preguntarse dónde estaría, qué estaría haciendo y si estaría pensando en ella o en el bebé.

Había pensado en ella, pero no del modo que Anahí había esperado.
La había llamado, le había dejado mensajes, le había enviado flores, tarjetas.

Y ella lo había ignorado todo porque con nada de todo eso había dicho lo que ella quería oír.

«Quiero formar una familia contigo».

Mientras Poncho no pronunciara esas palabras mágicas, no querría saber nada de él. Seguiría adelante junto a su bebé, por mucho que eso le doliera y por muchas flores que le enviara.

Mientras doblaba la esquina de Gull View Lañe, vio dos cosas que parecían  estar fuera de lugar.

Una limusina negra delante de su casa. Y a su madre… ¡Hablando con Alfonso Herrera!

Dejó de caminar provocando así las protestas de Rocky, sobre todo porque el animalito sabía que su nuevo juguete favorito estaba esperándolo en casa.

¿Estaba allí Poncho?

¿Y hablando con su madre?

Su pecho se llenó de alegría, pero la contuvo. Miles de cosas distintas podrían haber llevado a Poncho hasta allí, hasta San Diego. Podría estar allí para hablar de la custodia del bebé una vez que naciera, o para pedirle que volviera a trabajar para él. Podría haber ido porque ella había ignorado todos sus intentos de contactar con ella.

Pero las posibilidades de que estuviera allí porque quisiera hacer que su relación funcionara eran de escasas a nulas.

Echó a andar otra vez y en un par de minutos ya había llegado a su casa. Su madre y Poncho estaban tan metidos en su conversación que al principio no se fijaron en ella.

—¿Tienes tu propia empresa? —le preguntó Tisha a Poncho.

Oh, no. Ahora su madre no dejaría de repetirle lo maravilloso que era Poncho y cuando ella intentara explicarle por qué Poncho no era una buena elección le entraría  por un oído y le saldría por el otro.

¿Le había dicho Poncho a su madre que era el padre del bebé? Anahí sólo le había contado que era de un hombre con el que había salido algunas veces. No le había dado ningún nombre porque, conociendo a su madre, sabía que habría ido a buscarlo y lo habría colocado en el altar antes de que acabara el día. Tisha tenía buenas intenciones, pero podía ser muy testaruda cuando se trataba de ver a su hija viviendo un final feliz.

Embarazo en Las Vegas (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora