Una voz gritando su nombre fue lo que logró despertarle.
Desorientado, miró el reloj. Eran las doce y cuarto.
¿Tanto había dormido?
Sacudió la cabeza y las imágenes que rondaban su mente se desvanecieron. Había tenido esa pesadilla otra vez.
En la que él moría y se encontraba frente a su propio ataúd.
Hizo un sonido gutural, una mezcla entre rabia y exasperación, y se levantó de la cama de un salto.
Al hacerlo, chocó contra un cuerpo frágil, con los huesos de un pajarillo.
-Clara, ¿qué haces en mi cuarto?
-Te estaba diciendo que prometiste que buscaríamos mi chapa.-se defendió su hermana, con los brazos cruzados contra el pecho.- Y no me moveré de aquí hasta que cumplas tu promesa.
Mientras buscaba las zapatillas de andar por casa, reprimió una carcajada. Así que la cría tozuda e irritante había vuelto.
-Pues me temo que tendrás que irte.- cuando vio que su hermana abría la boca para replicar, añadió.- Supongo que no querrás quedarte mientras me cambio...
Al parecer, la frase funcionó con efecto inmediato.
Clara compuso la mueca de asco más realista que había visto y gritó:
-¡Puaj, no!
Después salió corriendo y cerró la puerta airadamente.
Bruno rio entre dientes y miró por la ventana.
El sol se empeñaba en seguir brillando.
Apretó los dientes mientras echaba las cortinas, dejando la habitación en penumbra.
-Bien.-pensó.- Veamos quien de los dos aguanta más.
Abrió el armario con aire aburrido y sacó lo primero que encontró, que resultó ser una camiseta negra de ACDC y unos vaqueros oscuros.
Tras mirarse al espejo y hacerle burla a su propio reflejo, cogió las llaves, se puso la cazadora de cuero y salió por la puerta, acompañado de su hermana. Era hora de dar un paseo.
-¿No tienes frío?-le preguntó Clara, mientras caminaban.
Al hablar, de su boca salió una estela de vaho que se perdió en las alturas. A ella le gustaba llamarlo "humo invernal".
-Que va.- hizo un gesto para quitarle importancia.- Hoy hace un día perfecto para salir a la calle: cálido y soleado.
-Lo dices como si fuera lo peor del mundo.
Había olvidado lo perspicaz que era su hermana.
Conocía el sentido del humor de Bruno a la perfección.
Sabía que usaba la ironía cuando estaba enfadado o molesto.
Bruno se encogió de hombros y no dijo nada.
¿Cómo explicarle a una niña que aún jugaba a magos y princesas las razones de un adolescente medio emo?
Era como intentar describir un color a una persona ciega.
O como prohibir la música mientras uno se lava los dientes.
Simplemente inconcebible.
Suspiró cuando divisaron el parque.
Los planes de un chico de diecisiete años un sábado por la mañana eran buscar un regalo de diez años de antigüedad enterrado entre los columpios y el tobogán para bebés.
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EL PARQUE DE LOS CEREZOS EN FLOR
Teen FictionHoy no tenía que ser un soleado día de enero. Eso fue lo primero que pensó Bruno, mientras cruzaba el parque de los cerezos. Tras la muerte de su madre, meses atrás, el chico se vio sumido en una depresión que le llevó aodiar la vida y sus injustic...