CAPÍTULO 5: 15-2-2012 (parte 1)

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El sueño de Bruno fue interrumpido por un brusco portazo, que sonó levemente amortiguado. Se aferró a la almohada con las dos manos y gruñó, enterrando la cara en ella. ¿Qué hora era?

Las siete de la mañana.

Se giró hasta quedar tumbado boca arriba, y reprimió un bostezo.

Ahora no podría volver a dormirse.

Miró el techo con el ceño fruncido. Las imágenes se entremezclaban de forma confusa en su cabeza, y le costó organizar sus ideas.

Cinco minutos más tarde, logró recordar parte de su sueño.

Él estaba sentado en el banco de siempre, con Irene a su lado.

Sólo que en vez de llevar su vestido habitual, tenía puesto un camisón de hospital. Le estaba diciendo algo que hizo a Bruno levantarse airadamente del banco. Parecía enfadado con ella.

Después, oscureció de repente.

Irene desapareció sin más, y todos los cerezos se marchitaron al instante.

Se levantó de la cama para darse una buena ducha, una que pudiera despejarle y quitarle aquellos nervios de encima.

Funcionó... hasta que fue a la cocina y vio la nota pegada en la nevera. Doce palabras trastocaron su mañana por completo.

"He ido a buscar a tu hermana. Se ha escapado de casa."

Agarró la nota, con tanta fuerza que se arrugó en su puño.

La letra de su padre aparecía en su memoria una y otra vez.

¿Qué podía haber pasado para que Clara se fuera sin decir nada?

Ella nunca actuaba impulsivamente, mucho menos salía a la calle sola a unas horas tan tempranas.

Maldiciendo todos los elementos vivos e inertes, Bruno se puso la chaqueta, cogió las llaves y salió por la puerta.

El desayuno podía esperar. Lo principal era encontrar a su hermana.

Alborotó sus cabellos oscuros, tratando de impedir que la desesperación le dominara.

Una vez fuera, se obligó a sí mismo a pensar con claridad.

Se apoyó en una farola y respiró entrecortadamente.

Todas sus fuerzas le habían abandonado de golpe.

Sintió un sudor frío bajar por su cuello, y reprimió las arcadas que amenazaban con subir a su garganta.  Sentía cómo el mundo se le echaba encima, y no sabía qué hacer para que el dolor tan profundo que le había invadido parara.

Recordó que su hermana había pasado la tarde en casa de una compañera, una tal Mireia.

Sin pensarlo dos veces, corrió hacia su casa. Por suerte, Clara le había dado la dirección por si ocurría una emergencia.

-Irónicamente, mi precavida hermanita no se equivocaba. Esto es una jodida emergencia.-pensó con amargura, mientras rezaba por que alguien la encontrara.

Por desgracia, la suerte no parecía estar de su parte ese día.

Cuando habló con la mujer excesivamente delgada y teñida de rubio, ésta le dijo que Clara se había ido de su casa a las ocho y media de la tarde, y que no había notado nada raro.

Antes de que un abatido Bruno saliera por la puerta, posó una mano en su hombro. Las largas uñas rojas se clavaron en su ropa, haciéndole daño.

Se limitó a mirarla estoicamente.

Tras un segundo que se le hizo eterno, la madre de Mireia sonrió de forma falsa, y le dijo que tuviera esperanza. Al hablar, pudo ver cómo las comisuras de sus labios, estiradas por el exceso de botox, se elevaban levemente.

EL PARQUE DE LOS CEREZOS EN FLORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora