Capítulo 5: 15-2-2012 (parte 2)

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-No me gustaría estropear el momento, pero... tengo que preguntarte algo.

Bruno se rascó la nuca con la mano libre, tratando que los nervios no le traicionaran.

Irene se limitó a mirarle, impasible.

-¿Por qué estás tan... apagada? Si es por algo que he hecho, de verdad que lo siento.

Sintió la mano de Irene tensarse sobre la suya, y la chica miró hacia otro lado.

-No me pasa nada.-murmuró de forma brusca.

Después retiró la mano y se levantó. Al parecer le disgustaba el rumbo que había tomado la conversación. 

Pero él no se dio por vencido. Necesitaba saber que la chica descalza, la chica que aportaba algo de calidez a su vida, se encontraba bien.

-Sé que es difícil revelar las palabras que callamos, sobre todo cuando afectan a la gente que nos rodea. Pero no quiero que haya más silencios que me alejen de ti.

Bruno se levantó y se situó a su lado, tomando de nuevo aquellas manos tan pálidas y frías. Irene no se apartó, y eso le dio el empujón que necesitaba para continuar.

-Yo... te necesito en mi vida.-entonces la rubia le miró, y una emoción indescriptible brilló en sus ojos claros.  Estos no se apartaron de los ojos marrones de Bruno.

-Sé que nos conocemos desde hace poco más de un mes, pero siento que, en cierto modo, estoy unido a ti. Eres la única que se ha molestado en escucharme y en entenderme; la única que me ha visto como soy realmente. Pero... no sé... tal vez te haya asustado la intensidad mis sentimientos, y entendería que quisieras mantener las distancias.

Durante diez segundos, reinó la calma. Pero un fuerte grito quebró en silencio y rasgó la misteriosa magia que envolvía la tarde.

-¡No!-Irene sacudió la cabeza frenéticamente. Era la primera vez que la veía tan cabreada.- ¡Tu no entiendes nada! ¡Nada en absoluto!

Aquellas palabras dejaron helado a Bruno, quien no supo qué responder a eso. La chica respiró hondo, tratando de calmarse. Sus mejillas estaban rojas, aportándole algo de color a su piel espectral.

Cuando siguió hablando, Bruno comprendió que el enfado de Irene no estaba dirigido hacia su persona, sino hacia a ella misma:

-No soy como piensas. Es cierto que te entiendo y trato de no juzgarte, pero eso es porque yo me siento igual.

Mi interior está roto, Bruno. Tal vez dé la impresión de ser alguien cálido y risueño, pero dentro de mí hay pedazos que nadie puede reparar.

Yo lo intenté una vez, y acabé hiriéndome a mí misma.

Sí, tengo miedo, pero de que te hagas daño. Por eso trato de alejarte.

El chico la escuchó hablar con el ceño fruncido y una máscara de neutralidad, pero tras pronunciar la última frase, suspiró y alborotó sus cabellos oscuros. No podía creer lo que estaba diciendo.

-Pues no lo hagas.-repuso, como si fuera algo indiscutible.- Así sólo conseguirás herirnos a los dos.

Irene hizo una mueca, y las lágrimas contenidas brillaron en sus ojos.

Después los cerró durante un segundo, y cuando los abrió, pudo atisbar la determinación en ellos.

La chica borró todo rastro de pena o angustia. Había tomado una decisión.

-Entonces trataré de evitarlo a toda costa, por el bien de los dos.-hizo una pausa, y su voz sonó más firme al seguir hablando.- Sé que me consideras una persona sensible y de espíritu débil, pero eso es sólo un disfraz que la vida ha tratado de hacerme vestir.

EL PARQUE DE LOS CEREZOS EN FLORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora