-No me gustaría estropear el momento, pero... tengo que preguntarte algo.Bruno se rascó la nuca con la mano libre, tratando que los nervios no le traicionaran.
Irene se limitó a mirarle, impasible.
-¿Por qué estás tan... apagada? Si es por algo que he hecho, de verdad que lo siento.
Sintió la mano de Irene tensarse sobre la suya, y la chica miró hacia otro lado.
-No me pasa nada.-murmuró de forma brusca.
Después retiró la mano y se levantó. Al parecer le disgustaba el rumbo que había tomado la conversación.
Pero él no se dio por vencido. Necesitaba saber que la chica descalza, la chica que aportaba algo de calidez a su vida, se encontraba bien.
-Sé que es difícil revelar las palabras que callamos, sobre todo cuando afectan a la gente que nos rodea. Pero no quiero que haya más silencios que me alejen de ti.
Bruno se levantó y se situó a su lado, tomando de nuevo aquellas manos tan pálidas y frías. Irene no se apartó, y eso le dio el empujón que necesitaba para continuar.
-Yo... te necesito en mi vida.-entonces la rubia le miró, y una emoción indescriptible brilló en sus ojos claros. Estos no se apartaron de los ojos marrones de Bruno.
-Sé que nos conocemos desde hace poco más de un mes, pero siento que, en cierto modo, estoy unido a ti. Eres la única que se ha molestado en escucharme y en entenderme; la única que me ha visto como soy realmente. Pero... no sé... tal vez te haya asustado la intensidad mis sentimientos, y entendería que quisieras mantener las distancias.
Durante diez segundos, reinó la calma. Pero un fuerte grito quebró en silencio y rasgó la misteriosa magia que envolvía la tarde.
-¡No!-Irene sacudió la cabeza frenéticamente. Era la primera vez que la veía tan cabreada.- ¡Tu no entiendes nada! ¡Nada en absoluto!
Aquellas palabras dejaron helado a Bruno, quien no supo qué responder a eso. La chica respiró hondo, tratando de calmarse. Sus mejillas estaban rojas, aportándole algo de color a su piel espectral.
Cuando siguió hablando, Bruno comprendió que el enfado de Irene no estaba dirigido hacia su persona, sino hacia a ella misma:
-No soy como piensas. Es cierto que te entiendo y trato de no juzgarte, pero eso es porque yo me siento igual.
Mi interior está roto, Bruno. Tal vez dé la impresión de ser alguien cálido y risueño, pero dentro de mí hay pedazos que nadie puede reparar.
Yo lo intenté una vez, y acabé hiriéndome a mí misma.
Sí, tengo miedo, pero de que te hagas daño. Por eso trato de alejarte.
El chico la escuchó hablar con el ceño fruncido y una máscara de neutralidad, pero tras pronunciar la última frase, suspiró y alborotó sus cabellos oscuros. No podía creer lo que estaba diciendo.
-Pues no lo hagas.-repuso, como si fuera algo indiscutible.- Así sólo conseguirás herirnos a los dos.
Irene hizo una mueca, y las lágrimas contenidas brillaron en sus ojos.
Después los cerró durante un segundo, y cuando los abrió, pudo atisbar la determinación en ellos.
La chica borró todo rastro de pena o angustia. Había tomado una decisión.
-Entonces trataré de evitarlo a toda costa, por el bien de los dos.-hizo una pausa, y su voz sonó más firme al seguir hablando.- Sé que me consideras una persona sensible y de espíritu débil, pero eso es sólo un disfraz que la vida ha tratado de hacerme vestir.
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EL PARQUE DE LOS CEREZOS EN FLOR
Teen FictionHoy no tenía que ser un soleado día de enero. Eso fue lo primero que pensó Bruno, mientras cruzaba el parque de los cerezos. Tras la muerte de su madre, meses atrás, el chico se vio sumido en una depresión que le llevó aodiar la vida y sus injustic...