CAPÍTULO 9: 6-4-2012

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Bruno estuvo todo el viaje mirando por la ventanilla, dejando que el fuerte viento alborotara sus cabellos y enfriara sus pálidas mejillas.

En realidad no prestaba atención a los campos que dejaba atrás, ni a las perezosas vacas tumbadas sobre la hierba.

Ni siquiera se molestaba en apartarse cuando los últimos rayos de sol de aquella apacible tarde le apuntaban directamente.

El chico se limitaba a entrecerrar los ojos, escrutando el horizonte como si aquel cielo en llamas tuviera todas sus respuestas.

Tenía demasiado en qué pensar, y poco tiempo para asimilarlo.

Había pasado dos semanas junto a sus tíos, a los cuales hacía mucho tiempo que no veía.

En realidad eran personas amables y bondadosas, pero a él le parecían extraños que habían acogido a dos jóvenes huéspedes.

Su tía Julia le estresaba especialmente.

Le ponía nervioso su sonrisa tensa y tirante, y sus andares inquietos.

Parecía que si no se movía, explotaría en cualquier momento.

A Bruno no le gustaba la condescendencia con la que le trataba, como si fuera un crío torpe e inexperto, o un animalillo herido.

Su tío Jon, era todo lo contrario a ella. Un hombre serio, tranquilo y razonable, que jamás se enfadaba ni levantaba la voz.

Le agradaba pasar tiempo con él, leyendo en el porche, porque su carácter afable y su sonrisa discreta le aportaban seguridad.

Julia y Jon tenían una hija de quince años, Luna, quien de inmediato congenió con Clara.

Ambas amaban la fotografía y la lectura.

Pero con quien más había conectado era con su primo, Ismael.

Era cinco años mayor que él, pero trataba a Bruno con una familiaridad pasmosa, como si fueran mejores amigos y siempre hubieran estado juntos.

Una tarde, llevó al chico a una ruta llamada "El Trabuquete".

Ya que ellos vivían en un pueblecito de montaña en Cáceres, estaban acostumbrados a los empinadas cuestas pedregosas, a las llamativas flores y, por supuesto, a las cabras.

Tardaron una hora y media en llegar a la cima, donde se encontraba una poza, y Bruno acabó con los pies doloridos y empapado de sudor.

Al llegar, Ismael se sentó en una enorme roca y le tendió una botella de agua. Durante un rato se mantuvieron en silencio, disfrutando los bocadillos que habían preparado para el camino.

Fue su primo quien rompió el silencio mientras admiraban el paisaje que se extendía bajo sus pies:

-Suéltalo, primito. Sé que hay algo que te tiene preocupado.

El chico observó a su acompañante con el ceño fruncido.

Ismael sonrió de lado y apoyó la mano en su barbilla, en una postura relajada. Bruno se percató de que no se parecía casi nada a él.

Su primo era alto y musculoso, tal vez debido al duro trabajo que realizaba diariamente, y tenía un sedoso pelo castaño, muy corto.

Lo único que tenían en común eran sus ojos, aunque los de Ismael eran algo más claros y brillantes.

Bruno se encogió de hombros y desvió la mirada.

-No me pasa nada.-replicó a la defensiva.

Ismael debió de notar su repentino cambio de humor, porque soltó una estruendosa carcajada y le palmeó la espalda con demasiada fuerza.

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⏰ Última actualización: Apr 13, 2017 ⏰

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