Abro los ojos a un amanecer temprano, el cielo es de un gris claro, el sol aún no ha hecho su aparición. Estoy acostado en el asiento inclinado del acompañante, en el auto de Caleb, él está durmiendo en el asiento del conductor. Su rostro tiene una suave sombra de barba de un claro color, las pestañas reposan sobre sus mejillas y tiene el cabello y ropa desarreglados. Cuando duerme, se ve tan vulnerable, tan indefenso. Un escalofrío recorre mi cuerpo al recordar el dolor que sentí cuando lo creí muerto y siento la necesidad de abrazarlo pero no quiero despertarlo, aún es muy temprano.
Recuerdo los sucesos del la noche anterior con asombrosa nitidez, los vidrios estallando, escabullirme bajo el auto, Caleb cayendo inconsciente y la angustia de creerlo muerto. Demasiada intensidad en mi aburrida vida, demasiada desde que tuve la desgracia de conocerlo. Lo miro nuevamente, tan hermoso, tan gentil con aquellos a quienes aprecia, tan implacable cuando lastiman a sus seres queridos y entonces me pregunto ¿Desgracia o fortuna? Dios necesito un cigarrillo y un poco de aire, tengo que pensar que debo hacer.
Rebusco en la guantera del auto en busca de cigarrillos y veo con sorpresa que hay una cajetilla justo al lado de un revólver plateado con silenciador, sé que eso que tiene en la boca del arma es un silenciador gracias a las películas. Observo unos segundos el arma y pienso que si me fuera ahora mismo y llamara a la policía el arma sería prueba suficiente para que se llevaran a Caleb por un tiempo dándome la oportunidad de desaparecer y rehacer mi vida. El pensamiento no dura más que unos segundos, tomo los cigarrillos procurando no tocar el revólver y salgo del coche para fumar y tomar aire. El aire matinal se siente refrescante y me ayuda a pensar con mayor claridad. De algunas cosas estoy seguro; estoy seguro de que ese hombre tenía algo que ver con el padre de Jared, y si es así, el amigo de Caleb puede estar en peligro, además soy consciente de que si no fuera por Caleb ambos estaríamos muertos, y sospecho que el arma en la guantera es la misma que traía el asesino. También sé que me dolería mucho si algo malo le sucediera, lo comprobé con la angustia que me provocó el pensarlo muerto.
Entro nuevamente al coche, miro la hora, son casi las siete de la mañana a las ocho deberíamos llegar a la oficina pero no sé qué se supone que debemos hacer a continuación. Siento como si viviera la realidad de otra persona. Observo a Caleb como duerme, no se ha movido ni un centímetro desde que desperté y pienso que es una pena que lo deba despertar ahora. Su rostro apacible es hermoso y provoca besarlo. Me inclino sobre él y siento su respiración, cálida, profunda, tranquila. Sus labios son muy tentadores pero dudo que sea una buena idea besarlos y cuando estoy a punto de retirarme su mano toma mi cabeza y me atrae hacia él. Sus ojos están abiertos y me sonríe cálidamente, se queda así, me mantiene cerca pero no me besa, solo me mira, mira mi boca, mis ojos, se pasa la lengua por los labios humedeciéndolos, tentándome. Siento la boca seca y la urgencia de mojar mi lengua en su saliva, muerde su labio inferior y vuelve a pasar la lengua en forma incitante por ellos, está sonriendo muy provocadoramente, es tan malditamente sexi que no resisto y acorto la pequeña distancia entre su boca y la mía. Atrapo su labio inferior y lo muerdo suavemente, quiero probar como se siente, recorro con mi lengua sus labios y me hundo en la cálida humedad de su boca, succiono con firmeza su lengua sin llegar a provocar dolor, quiero devorarlo, saborearlo, perderme en las sensaciones que provoca besarlo y olvidar todo lo sucedido en estos últimos días, mi orgullo ya no tiene sentido luego de todo lo que he vivido junto a él, he estado al borde de la muerte y pienso que dejarme llevar y disfrutar de estos pequeños momentos no es tan malo. Caleb ha notado mi deseo y no piensa dejarme escapar, y la verdad es que ya no sé si quiero huir. Sus manos me apresan con una necesidad que casi siento como propia, enredo mis dedos en su cabello para atraerlo a mí y siento como el deseo crece entre mis piernas, quiero entregarme, quiero unirme a él y sentir que está bien el desearlo, que no es tan aterrador sentirse excitado por un asesino. Sus labios se separan de mi boca dejándome sabor a poco, quiero más no quiero que el beso se acabe, no quiero volver a la realidad, no quiero que me deje ir. Me empuja hasta dejarme acostado en el asiento del acompañante y lame mi mandíbula con la punta de su lengua enviando descargas de placer a todo mi cuerpo, baja por mi cuello jugando con sus labios y lengua marcando un camino de fuego hasta llegar a mi pecho. Sus dedos ágiles desabrochan mi camisa para dejarle el paso abierto a sus besos que siguen descendiendo, con la misma destreza desabrocha mi pantalón y libera mi pene erguido y exigente. El placer es doloroso y apremiante, con una mano me aferro a la parte superior del respaldo del asiento y con la otra presiono su cabeza para que llegue pronto a calmar mis ansias. Caleb me tortura acariciando mi pene con la punta de la lengua desde la base hasta la corona, luego continúa hasta el glande y juega en la entrada de la uretra con la punta de la lengua, finalmente su boca envuelve mi falo que es succionado haciendo que me estremezca de éxtasis. Caleb succiona y masajea con deliciosa maestría llevándome rápidamente a la cima del placer, extraños sonidos salen de mi garganta y parecen incitarlo a intensificar sus movimientos, siento que voy a enloquecer y trato de empujarlo, consciente de que pronto voy a eyacular, pero Caleb se resiste a soltarme aferrándose con fuerza a mis caderas, la intensidad del éxtasis está llegando a su límite y mis agitados jadeos están, por completo, fuera de control. Todo mi cuerpo se tensiona y agita, dejando salir toda la tensión en un chorro de semen la boca de Caleb.