Capítulo 3

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—Apártate de la ventana, Seida.

La niña echó un último vistazo al cielo completamente teñido de naranja antes de dejar caer la cortina.

El local en el que su madre trabajaba estaba prácticamente a oscuras, iluminado por unas pocas velas, y solo sus empleados permanecían en él, esperando a que todo pasara. Seida se acercó hasta Hayate y tomó asiento en el suelo a su lado. El muchacho la miró con el rostro lleno de pena y le acarició el pelo, dejando que la pequeña se recostara sobre él.

Había pasado como una hora desde que Sabo y ella se habían separado. Nada había salido según tenía previsto. Y es que, ¿a quién pretendía engañar? Era demasiado pequeña para controlar todo lo que sucedía a su alrededor. Cuando Sabo le contó todo lo de la Gray Terminal, cayó en la cuenta de que, quizás, las cosas hubieran sido diferentes si leyera el periódico o si prestara más atención a las cosas que sucedían a su alrededor. Debía estar más informada. El mundo no giraba en torno a Luffy y el bofetón que estaba recibiendo por parte de la vida se lo estaba empezando a recordar.

Su madre no le había dirigido la palabra desde que habían regresado al restaurante. Estaba decepcionada con ella porque la había mentido y la había utilizado. Los guardias habían sido amables en aquella ocasión, pero era muy posible que no lo fueran una próxima vez. Habían tenido suerte.

Levantó la vista al sentir la sombra de alguien sobre ella. Su madre la observaba con los brazos en jarras. No había odio en su mirada, pero sí cierta decepción. Seida tragó saliva.

—He hablado ya con Makino. Mañana vendrá a buscarte.

Dicho eso, la mujer dio media vuelta y se metió de nuevo en la cocina, bajo la atenta mirada del resto de sus compañeros. Ninguno dijo nada, pero Seida captó algún murmuro y chasquidos de lengua. Nadie entendía cómo la hija de Fedra podía haber puesto en peligro de esa manera a su propia madre.

Y ella tampoco lo sabía con certeza.

~ o ~

Adiós

~ o ~

Seida caminó por la calle principal del Reino de Goa sin soltar de la mano a su madre mientras con la otra aferraba una bolsa con algunos objetos personales. Cuando llegaron a las puertas, éstas se abrieron de par en par dejando a la vista a Makino, quien la esperaba al otro lado con una sonrisa. Seida miró a su madre, quien se limitó a acariciarle el pelo en señal de despedida para, después, darle un pequeño empujoncito para que comenzara a caminar. Seida avanzó y, en cuanto puso un pie fuera de la ciudad, las puertas se cerraron a su espalda con un sonido seco.

—¿Qué llevas en esa bolsa? —preguntó Makino con curiosidad.

Seida echó un vistazo a la bolsa que llevaba en su mano derecha. En ella, había guardado la ropa que Sabo le había entregado el día anterior, cuando se había quitado su bonito vestido amarillo para no mancharlo. No había podido devolverle esas prendas, una camisa, un pantalón que le quedaba grande y el cinturón que le había cogido para evitar que éste se cayera al suelo, así que había pensado que conservarlas hasta el día que pudiera entregárselas era la mejor idea.

Sin embargo, la pequeña se encogió de hombros en respuesta, no queriendo hablar sobre lo sucedido la noche anterior. La columna de humo que ascendía de la zona en la que antes estaba la Gray Terminal era visible desde donde se encontraban y aquello le recordó a Luffy y Ace.

Las dos caminaron en silencio de regreso a Villa Foosha. Seida tenía muchas cosas en las que pensar y, entre ellas, se encontraban los dos niños. Seguramente habrían estado intentando buscar a Sabo, pero esperaba que no hubiera sido en la Gray Terminal y menos cuando se produjo el incendio. Si les perdía a ellos dos, no sabía cómo iba a continuar hacia delante.

Justicia [One Piece] EN HIATUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora