Capítulo 6

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Enarcó una ceja mientras caminaba por las calles desiertas del pueblo. Sus ojos se deslizaban de un lado a otro de la calle, posándose en todos y cada uno de los edificios de una o dos plantas que había a los lados. No había absolutamente nadie en las calles y su curiosidad había sido mucho más fuerte, por lo que había terminado preguntando a un par de vagabundos que estaban reunidos en un estrecho callejón.

La Marina estaba en la isla. Al parecer, unos infames piratas del East Blue habían llegado hasta esa isla, donde, finalmente, se habían afincado antes de seguir por su camino. Se estaban dedicando a aprovecharse la gente de aquel pueblo y los marines habían decidido intervenir. También habían hablado de un miembro de los marines en concreto. Y no era la primera vez que escuchaba hablar de aquella persona. Los piratas que habían sufrido 'su justicia' hablaban de una mujer de largos cabellos y ojos tan profundos como el mar. Cualquiera que acariciara su blanca piel caería bajo su influjo y solo le quedaba la perdición. No obstante, solo aquella descripción le hacía reír a carcajadas. Había oído hablar de mujeres que hechizaban a piratas, pero, al fin y al cabo, mujeres con bonitas colas de pez llamadas sirenas. La mente de aquellos tipos debía ser demasiado simple si caían en trucos tan viejos utilizados por una simple marine.

Abrió de par en par las puertas del único bar que parecía abierto. O, al menos, el único bar del que salían voces. Las mesas estaban ocupadas por hombres de aspecto infame, acompañados de mujeres que bebían y reían con ellos. Sin embargo, sus ojos se posaron en la mesa más grande, donde un tipo de no más de treinta años, se dejaba acariciar y besar por cinco chicas a la vez. Aquella imagen le hizo sonreír de medio lado y, ocultando su mirada bajo la sombra que proyectaba su sombrero, se sentó en la barra. Un anciano, vestido de camarero, se acercó a él mostrándole una sonrisa encantadora, pero pudo notar rápidamente que sus manos temblaban por el nerviosismo.

—Ponme una jarra de sake, viejo.

El hombre asintió con determinación y, en unos segundos, ya tenía un vaso de cristal lleno de alcohol con el que saciar su sed. Tomó el vaso y, de un trago, se bebió todo su contenido. El anciano le miró sorprendido y volvió a coger la botella de sake, por lo que él asintió, indicándole que podía servirle más si así lo deseaba.

No le apetecía formar un escándalo, pero aquellos parecían los famosos piratas de los que los vagabundos hablaban. No tenían pinta de ser muy peligrosos, pero tenía otros planes en mente y esos no pasaban por darles un escarmiento sobre lo que, en realidad, debería significar la piratería.

De repente, se percató de cómo todos los hombres comenzaban a hablar más alto de lo normal. Algunos silbidos y comentarios soeces llegaron a sus oídos, por lo que giró levemente su cabeza para saber qué estaba sucediendo. Al parecer, de una de las habitaciones del local, había salido una chica. No había podido verla bien, pero la localizó rápidamente sentada sobre el regazo del pirata que ya contaba con demasiadas mujeres para él. El tipo la pellizcó en el pecho y sonrió de forma socarrona, haciendo que todos los miembros de su tripulación hicieran lo mismo. Él, en cambio, chasqueó la lengua. Era una visión demasiado desagradable para él.

—¡Amigos, hemos conseguido a la mujer más hermosa de esta isla! —el pirata en cuestión se puso en pie y, tras decir aquellas palabras, todos sus hombres le jalearon levantando sus jarras de sake en el aire— Vamos, encanto. Te enseñaré lo que es un barco de verdad.

La chica, que aún le daba la espalda, se puso en pie. Era bastante bajita, pero eso no impedía que contara con una sinuosa cintura y unas bonitas piernas, expuestas gracias a los pantalones cortos de color negro y talle alto que llevaba puestos. Sus bucles caían hasta algo más de la mitad de la espalda y, cuando la escasa luz del local incidía sobre ellos, estos parecían caramelo fundido.

Justicia [One Piece] EN HIATUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora