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Cuando regresaron al hotel, Leonard analizó varias cosas con la cabeza fría ¿Como siendo esa casa tan opulenta y estando abandonada un ladrón no se había llevado las cosas que estaban allí? Era ilógico, joyas, muchas joyas a merced, y nadie las había tomado ¿Como Sheylle les había encontrado? Porque su llegada no fue casual, ella sabía que estaban allí.
Leonard comenzó a buscar información en internet sobre el suceso del 1 de agosto (la noche de la tormenta donde cientos de habitantes desaparecieron de manera misteriosa) pero todo se lo vinculaban a una inundación y el descontrol de la población.

Cansado quiso lavarse el rostro y los dientes, por accioma automático tenía la costumbre de mirarse al espejo mientras lavaba esa dentadura blanca y perlada que tenía. Pero... ¿Donde estaban los espejos? Por más que buscó en las habitaciones aledañas y harias comunes, no los encontró, ni por menos nada que hiciera algún reflejo o similar, pensó en ese momento en lo que le dijo Sheylle, en los "Detalles"

Bajó a la recepción y se encontró con la misma anciana del principio, la alegre y arrugada con amarillenta sonrisa.

—Buenos días señora Williams.—Saludó en tono educado Leonard

—Buenos días detective Lorentz.—Respondió exhibiendo su dentadura.

—Disculpe, ¿usted no tiene algún espejo que me pueda prestar?

—Lo siento muchacho en este pueblo no acostumbramos colocar espejos, no desde la tormenta.

—¿Porqué?

—La verdad mi madre solía decir que los minerales en esta tierra eran fáciles de maldecir. Te contaré donde empezó esta leyenda.  Hace ya algunas décadas, había una preciosa jovencita. ¡Tan bella! era una preciosa joven mexicana. El hijo del alcalde se enamoró de ella.  El problema era que la madre de la joven era bruja, una hechicera experta, así decía mi madre. La hechicera no consintió el casamiento; pero la opinión de ella venía sobrando, pues su posición social no era nada como la de el alcalde. Así que la bruja maldijo los espejos del pueblo con un hechizo conocido como la magia de los espejos. La joven pareja tenía una casa llena de espejos, dicen que cada vez que ellos se miraban en un espejo dejaban de enamorarse.

—¿y que paso después?

—La jovencita se fue. Pero mi madre decía que ella solo desapareció. El joven luego sufrió el mismo destino. Dicen que quedaron atrapados en un espejo.

—¿y por ese cuento no usan espejos?—Casí que se burló Leonard de lo estupidamente supersticiosa mente de la anciana.

—Crea o no, es real. Compermiso me retiro.— La señora Williams por primera vez borró su amarillenta sonrisa, estaba molesta.

La verdad era un relato completamente estúpido atribuirle setecientos desaparicidos a una bruja que posiblemente ya esta muerta. En ese caso, si fuera algo del mas allá, hubiesen enviado un exorcista y no un detective. El olfato de Leonard no daba crédito a la estúpida historia de la anciana, por más que quisiera ponerse infantil. En el fondo se lamentó  por sonar lo mas descortés y abusivo con la anciana, pero la verdad la situación era seria y ella hablando estupideces.

Pero los detectives eran la clase de personas que no les importa cosas tan superfluas como los sentimientos compradas con el peso de la verdad.  Ser detective era como ser una Norna de la Justicia Vanita, Nada les importaba mas que la verdad, la justicia y el honor. Para algunos era una causa estúpida; pero para Leonard era su vida.

En lo personal le hubiera gustado conocer a su padre, o saber donde esta ahora su madre, tras lo de Saint Lorentz, lugar donde nació y apellido que acogió por borrar su pasado. No quería morir sin decirle lo mucho que la amaba, lo que ella es para él. Leonard seguía sintiendo que era aquel niño de la casa de adobe y polvareda que miraba cocerse los frijoles en la olla de barro de su madre, el olor, y las burbujas; nunca creyó que el aroma de la cocina del hotel le había llevado el recuerdo de su madre, aquella mujer de caracter fuerte y belleza divina que lo amaba sobre todas las cosas. Leonard quería regresar pronto a Homes para también reencontrase con el amor de su vida.

La casa de los espejos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora