Capítulo 9: Un nuevo "renacer".

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Estaba clarísimo que esa mañana estaba siendo todo de lo más extraño. Camus estaba preparando el desayuno mientras que Milo se dedicaba a hacer el café y poner la mesa.

El acuariano se sentía muy desconcertado, era como si todo el odio que había sentido por Milo durante años se hubiese esfumado en tan solo una noche. Por más que lo intentaba, no conseguía albergar odio en su corazón hacia la persona que tenía al lado. ¿Qué había ocurrido? Se sentía muy extraño. Las ganas de matarle, se habían convertido en ganas de... ¿pasar tiempo con él? Su presencia se le hacía muy agradable y reconfortante. ¿Se sentiría Milo igual que él?

- Esto ya está... - dijo Milo sirviendo los cafés y cogiendo las dos tazas para llevarlas a la mesa - Te espero allí.

- Va-Vale... - dijo el acuariano sonrojado, fijándose en el trasero de Milo cuando se alejaba y negando con su cabeza inmediatamente.

Acabó de untar la mermelada en las tostadas y fue con los platos hasta el comedor para servir el desayuno. Milo encendió la televisión para mirarla mientras desayunaba y Camus cogió sus gafas de ver y su libro, al menos si leía podría entretenerse, o eso creía.

Se colocó las gafas y abrió su libro mientras mordía una de las tostadas. Milo también cogió uno de las suyas pero su mirada se centró en la persona que tenía enfrente. Se le hacía muy raro. Siempre se había burlado de Camus por tener que usar gafas y solía llamarle cuatro ojos para ofenderle, pero sin embargo ahora, le parecía guapísimo con esas gafas, le daban un aire muy intelectual. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, estaba comenzando a asustarse por las cosas que rondaban por su cabeza. ¿Qué habían hecho con él? ¿Le habían hecho un lavado de cerebro mientras estuvo inconsciente para que ahora pensara esas cosas? Como siguiera así acabaría por volverse loco.

De nuevo comenzó a sentir ese dolor en el pecho, aunque no tan fuerte, claro. Sintió una punzada, y se tocó el torso, extrañado. El corazón le latía con fuerza. ¿Qué sentimiento era ese?

Camus, por su parte, se estaba poniendo muy nervioso. Sentía la mirada fija de Milo clavada en él. Había tenido que releer cinco veces la página por la que iba y ni siquiera todavía se había enterado de nada. Dubitativo, y con los nervios a flor de piel, subió su mirada poco a poco hasta posarse cara a cara con esas turquesas. Las turquesas miraban los zafiros y los zafiros a las turquesas. Eso solo duró dos segundos, enseguida los zafiros se apartaron, sonrojados, y las turquesas desviaron su mirada hacia el televisor como si no hubiera pasado nada.

Milo tamborileaba con sus dedos en la mesa, estaba pensativo. La única forma que se le ocurría para solucionar aquello era seguir con Camus como siempre, es decir, decirle cosas malas, seguro que aun estaba un poco aturdido por el desmayo sufrido la noche anterior y si volvía a ser con el acuariano como siempre se le pasaría. Necesitaba intentar eso.

- Vaya... Ya veo que sigues usando esas gafas, cuatro ojos - dijo con una sonrisilla, bastante fingida.

Camus alzó su vista para mirarle con una cara muy triste. Ese comentario le había dolido, y mucho. Pero... ¿Desde cuándo las gilipolleces que le decía Milo le afectaban? Su yo de antes hubiera contraatacado con otra cosa, sin embargo no podía.

Milo vio la tristeza en esos zafiros, tristeza que acababa de provocar él, y un sentimiento terrible de culpa y angustia le invadió. ¿Por qué...?

- Bueno... No... Quiero decir... Siento haberte dicho eso.

- ¿Te estás disculpando por haberme dicho eso? - preguntó Camus con el ceño fruncido. ¿Estaba escuchando bien?

- Sí... No... No lo sé, mejor dejémoslo.

Del odio al amor hay un pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora