Capítulo 2

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Me encontraba vestida de negro, viendo como lloraban los familiares y amigos de Allan.

Estaba sumergida en mi propio mundo. Ya no habían lágrimas, nada. Me sentía vacía.

Todo lo que había en mi mente era Allan riendo, contando sus chistes, enseñandome todo sobre su trabajo y los días en que nos quedábamos viendo películas hasta que uno de los dos se dormía.

— Caro — mire a quien me hablaba y era, Valentina. —Ya va a ser la hora — asentí. —¿Quieres algo? — negué con la cabeza. Lo que menos quería era hablar. —Bien — dijo, Valentina y se retiró.

Minutos después nos encontrábamos en el Cementerio. La mayoría ya se había despedido de él. Sus padres se encontraban dejando unas flores sobre el ataúd y diciéndole las últimas palabras a su hijo. Era mi momento.

Me agache y puse una rosa blanca sobre él. Me quede unos segundos sin hacer nada. Ya no pensaba en nada. Después de tantas horas sin llorar una lágrima cayó de mi ojo derecho.

— Me dijiste que nunca te ibas a ir... — dije entre sollozos. —¿Que voy a hacer ahora?

Mi padre se acercó. — Carolina, debemos irnos.

— ¡Sueltame! — grite entre llantos. —Me lo prometiste — agarre entre mis manos tierra y la apreté. —Me lo prometiste... ¡Allan! — grite con las pocas fuerzas que me quedaban.

— ¡Carolina! — gritó mi papá. —Te estás haciendo daño. No quiero verte así, vamos — dijo levantándome del suelo.

Antes de retirarme volví a mirar hacia donde se encontraba descansando ahora, Allan.

Todo el camino de regreso a casa estuvo en silencio. De alguna forma agradecía que no estuvieran hablando o preguntándome cosas.

Al llegar me fui directo a mi habitación. Así como andaba me acoste, sólo quería dormir y que cuando me levantara todo fuera como antes.

Horas después me levante, ya era de noche. Mi casa estaba en silencio. Fui al baño y me mire en el espejo, tenía los ojos hinchados y en mi rostro sólo se reflejaba tristeza.

Me puse mi pijama y me volví a recostar. Tocaron mi puerta, pero no respondía. Después de muchos intentos entraron mis padres.

— ¿Pudiste dormir? — pregunto mamá. Asentí. Tenía la mirada fija en la pared. —¿Quieres algo de comer? — negué con la cabeza.

— Entiendo que no quieras hablar... — dijo papá suspirando. —pero no puedes estar así. Nos quedaremos con vos hasta que te sientas bien.

— Quiero estar sola — dije casi en un susurro.

— No te dejaremos sola — dijo mamá. —Tenemos que cuidarte y cuando te sientas mejor tenemos que decirte algo importante.

— No quiero saber nada.

— Ya hablaremos mañana. Te queremos. Duerme, ¿si? — dijo papá. Me dieron un beso en la frente y salieron de la habitación.

Sola.

En estos momentos deberíamos estar en Brasil disfrutando de nuestra Luna de Miel. Riendo, besándonos, disfrutando uno del otro.

Me puse de pie y me acerqué al balcón de mi habitación, podía ver la ciudad. El cielo estaba lleno de estrellas, la Luna brillaba. Durante minutos tuve la mirada fija en el cielo.

— Allan — dije susurrando. Mire mi mano y ahí estaba mi anillo brillando. Volví a entrar y fui directo a buscar la ropa que me había quitado. Busque entre las bolsas del vestido.

Nuestro Destino | AguslinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora