Trust in me when I say...

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Por un segundo, una calidez embriagadora que apretó su pecho, le quiso arrancar una sonrisa triunfante. Kouki quería compartir su tiempo con él.

El silencio se volvió a presentar entre ellos no de una manera escandalosamente incomodo, sino un mutismo que le sirvió a Seijuuro a esclarecer y apaciguar un poco el fuego que tanto quería reventar su pecho. Ese fuego que no hacía más que acelerar su ritmo cardiaco.

−Podemos ir por una manzana. -convino con voz segura, sin titubear. El nunca titubeaba.

−¡Ah! No tienes que forzarte si no quieres. -repuso Kouki alarmado por interponer su deseo.

−No lo hago. -repuso sacando el ultimo tanzaku de la caja. -Escribe tu deseo y vamos por una manzana.

Kouki, un poco sorprendido por la iniciativa del pelirrojo, sonrió. Se acomodó en sus muletas y tomó el tanzaku de la mano de Seijuuro, quien notó la frialdad de sus dedos al rozarse con los suyos. Tal como había visto hacer, colocó el papel amarillo en su palma izquierda y escribió escasos caracteres y su nombre. Esperaba que su deseo llegara pronto a las estrellas y pudiese hacerse realidad.

No, no había escrito algo relacionado con la persona que le gustaba, como acostumbraba hacer cada año. Esta noche quería que tal como Orihime y Hikoboshi, Seijuuro encontrara su persona predestinada. Y es que Furihata, aunque estudiase ciencias, le era sumamente romántico pensar que los deseos podían cumplirse.

Devolvió el bolígrafo y volvió a acomodarse en las muletas caminando hacia el mismo árbol de bambú en que Seijuuro había colgado su tanzaku. En la rama contraria, él colgó el suyo.

Akashi, con la caja habitada por el bolígrafo en sus manos, miró el avance de Kouki. La manera de aferrarse a las muletas le llevó a pensar que era eso lo que le quitaba el calor de sus manos. ¿El frio se colaría también por el yukata entreabierto por levantar el pie y consecuentemente la rodilla le alzara la tela? Seguramente los dedos de sus pies se encontraran igual de helados que los de su mano. Sin embargo, tal vez Kouki estuviese acostumbrado al frio, después de todo no lo había escuchado quejarse del tiempo.

También acarició con la mirada el cabello castaño que se agitaba al colocar las muletas delante y luego apoyarse en ellas para avanzar. Sujetado por pasadores a los costados, quiso ser él quien retuviese su cabello.

−Listo. -se dio la vuelta regalándole una sonrisa a un pelirrojo con expresión seria. Se acercó a él y al estar frente a frente. Furihata se asombró por el bonito color de los ojos de Seijuuro y no pudo evitar invadir el espacio personal del otro con tal de enfocar en la oscuridad. -Que bonitos ojos tienes, Sei. -murmuró admirado. -Es como ver el almíbar de las cerezas... −agregó mirando sus ojos.

El corazón de Seijuuro se agitó de sobremanera calentando su piel bajo el yukata. Contrario a eso, sintió su epidermis erizarse al correr del calor en cada centímetro de su cuerpo.

−Agradezco el cumplido si es que lo fue. -dijo con media sonrisa asomándose de sus labios. -Creo que si le dijeras algo similar a Fukuda, le gustaría. -aconsejó bajando la mirada hacia la caja. De manera automática, al recordar la razón para estar con Kouki Furihata, su corazón cobró la marcha normal, decepcionado por no ser correspondido por el otro corazón que le provocaba tal aceleración. -Debemos llevar esto para ir por las manzanas.

−Los ojos de Fukuda son normales. -comentó sin vacilar

Seijuuro no supo que decir. Las palabras, de tantos idiomas, todas se fueron de su lengua, sus neuronas no hacían sinapsis dejándolo completamente en blanco. Es decir, era mínimo, pero por primera vez se sintió correspondido por Kouki, pero al mismo tiempo tan fuera de lugar.

War of heartsWhere stories live. Discover now