We're the best of friends, and that should be enough...

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Aquel día no se sentía animosamente bien. No era que el cielo o el tiempo estuviese mal, sino todo lo contrario, el sol brillaba con alguna que otra nube que se obstinaba en querer cubrirlo logrando únicamente ser disuelta. La mañana se veía tan enajenada a su estado emocional que no quería moverse de su cama. ¿Cómo era posible que las cosas hubiesen cambiado tan radicalmente entre él y Seijuuro? No fue cuestión de un día, sino un par de minutos en los que le comentó que salía con Hiroshi.

Habían tenido cuatro citas en las dos semanas que no vio a Akashi y lo había extrañado.

Fukuda consumía su tiempo por completo llamándolo en sus ratos libres, encontrándolo en su trabajo para ir a dejarlo a su casa y enviándole mensajes. Si, Kouki había deseado tanto estar con el de esa forma, pero ¿por qué ahora no parecía exactamente algo que quería? En las citas no pasaban de ir a los videojuegos, ver películas y besarse cuando nadie más veía.

La homosexualidad ya no era tabú en Japón, sin embargo, continuaba siendo mal vista por algunas personas que no creían que eso fuese algo natural en el humano. Por eso no culpaba a Hiroshi de no querer tocarlo a menos que fuese en un baño o en casa de alguno de los dos. No lo culpaba, pero continuaba sintiéndose incompleto. Cada beso que se daban era como algo común, ya no era mágico como recordaba en sus fantasías, sino carente de sentido.

Con pereza se quitó las cobijas de encima, continuando con los ojos cerrados. Esperaría a que Kuma fuese a ladrar su puerta y entonces se levantaría a llevarlo de paseo en lo que su papá preparaba el desayuno y su mamá leía el periódico, para después dárselo a su esposo. Pensó que le quedaban diez minutos, pero el perro llegó arañando el piso con sus patas, alertando a Furihata, quien se levantó y solo se abrigó una sudadera antes de abrir su puerta para callar a su enorme perro peludo y colores mezclados. Su ojo azul parecía tener un parche blanco mientras el resto de su pelaje era entre café y negro, como el otro ojo.

La razón por la que no quería levantarse de su cama, era la cita de hoy. Fukuda había propuesto ver una película en su casa. Kouki accedió, no encontrando razones para negarse.



Sus padres se fueron juntos, despidiéndose de él de forma distinta: su madre le dio un beso en la mejilla y lo abrazó, mientras que su padre solo le dio un beso en la frente diciéndole que siempre llevara condones, no importaba si era Hiroshi su pareja, siempre debía llevarlos.

A sus padres poco le importaban las etiquetas al amor, pues se habían conocido en una marcha estudiantil a favor del reconocimiento de los derechos homosexuales. Ninguno de ellos era bisexual, pero no les quitaba el hecho de haber experimentado en cierto tiempo. Poco tiempo después, se casaron creyendo que el amor mutuo era suficiente, que nada podría contra ellos. Tuvieron a su primer niño después de adquirir su casa. Kouki vino después, rodeado de un ambiente familiar bastante comprensible. Su hermano lo quería demasiado, era su pequeñito, a quien siempre le enseñaría cosas, siempre que podía lo consentía gastándose su paga.

Por eso cuando Kouki dijo estar enamorado de su compañero de clases, a nadie le sorprendió que Souta soltara su perorata de que estaba muy bebé para pensar en lo que era el amor, pues solo tenía seis, el menor de los Furihata entendió lo que su hermano le dijo, así que su gusto fue solo pasar tiempo con él y sus amigos. Sin embargo, Kouki volvió a decir que estaba enamorado, esta vez de una compañera en secundaria, Souta, no pudo hacer nada, pues Kouki ya estaba saliendo con ella.

Kouki, a diferencia de su hermano, salió con un par de chicas y chicos que gustaban de él. Al menor de los hermanos no le gustaba rechazar las propuestas que le decían, pero lo hacía si a él no le gustaba la persona, pues su papá le había dicho que podía lastimarlos aun si aceptaba sus sentimientos.

War of heartsWhere stories live. Discover now