Hazlo inmortal, venga, hazlo.

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N.A. : Sé que no os interesa lo que vaya a decir seré breve necesitaba soltarlo, necesitaba recordármelo, necesitaba decirlo. Estoy desaparecida  pero siempre vuelvo, no es lo que suelo escribir, quizá ni os guste pero hay va. Feliz 21 de Enero porque sí, llego 21 días tarde a felicitar el año.



Llego tarde para mirar atrás.

A las ojeras se nos ha enganchado un nuevo año y a la boca se nos han atado mil promesas de cambiar el mundo cuando ni la sonrisa nos sabemos sacar ya.

Hablemos de principios porque a estas alturas la gente suele mirar hacia atrás y yo ya estoy cansada de hacerlo. Porque sí, podría recordar el eco las risas que ha encerrado el año; podría hacía atrás para desconocerme en ese espejo que suelen llamar pasado.

Hablemos de lo que fuimos y en lo que desastrosamente hemos acabado.

Hablemos de principios, de promesas que tiramos al aire y que justo veinticuatro horas después ya hemos descartado.

Hablemos de la euforia que nos da empezar y de que, joder, ojalá esa ilusión nos durase siempre. 

¿Porque es tan absurdamente efímero?

Volvemos a lo de siempre: la eternidad que nos encantaría tener y el sin sentido de promesas que atamos a un espacio temporal que no existe porque cada vez que dices para siempre en realidad lo que quieres decir realmente es no quiero que tenga final. Pero lo tiene aunque casi nunca lo digamos.

Porque sí, somos jóvenes, caducos e increíblemente idiotas.

Siempre buscamos el momento o la razón y cuando no lo hacemos, cuando empezamos a vivir, entonces serán otros los que intentarán acabar con esa libertad.

Pero si no es ahora, ¿entonces cuándo?

Es lo de siempre: la palabrería barata que te llena de euforia diez minutos y luego llegan las curvas los no puedo y por fin, nuestra mejor amiga, ella sí que es eterna, la rendición.

Somos ilusos, tontos, confiados. Porque claro todos hemos jugado con fuego, confiado y ahora estamos jodidos porque no nos queda nada de eso.

Somos un desastre, no tenemos futuro y, de hecho, también somos la causa del final, o eso dicen.

Porque sí, seguro que a ti también te han dicho lo que debes hacer y al final ellos también se equivocaron; a ti también te ha juzgado por ser tú o por no serlo, te han pedido sinceridad y luego rogado que te calles.

Y da igual lo que prometamos ese 31 de diciembre porque probablemente justo 365 días después no hayamos hecho nada de lo que pretendíamos hacer, pero da igual. ¿Sabes por qué?

Justo ese día, da igual como empieces el año sólo cierra los ojos y piensa, ¿qué nunca falla?

No, no son las campanas, ni las uvas, ni los atragantamientos. No son las prisas, los no me da tiempo, los tengo un sueño que me muero ni los he comido tanto que haber quien se mueve ahora. No.

Piénsalo bien, porque sí, puede que nada más empezar el año tú ya estés cometiendo la mayor metedura de pata del mundo, pero oye, allí están, los de siempre a tú lado.

Y da igual cuál sea el absurdo rito que, como todos, tengas al principio del año.Hay algo en lo que coincidimos. Los de siempre; da igual quiénes sean, pero seguro que si miras atrás (quizá con algunas subidas al cielo o unos kilómetros de distancia) hay gente que siempre está ahí y es justamente eso lo que lo hace especial.

A los que no tienes que llamar porque siempre están y les da igual recorrerse el mundo para empezar contigo y da igual, si es o no, físicamente, están.

Son esos momentos fugaces los que nos hace eternos, menos jóvenes y quizá, igual de alocados.

Ha pasado otro año y no, no hemos cambiado el mundo, hemos cambiado nosotros.

Echamos de menos pero no sólo ese día, si no los 364 restantes.

Hay risas que hacen tanto eco, que por un momento deja de hacer ruido el mundo. No sé si me entiendes.

Es como cuando a tu madre, padre, hermano, mejor amiga, yo que sé, sonríe de nuevo después de mucho tiempo y sientes que ese momento no es efímero, ni se gasta, mucho menos se olvida.

Es mágico, ¿no crees?

A estas alturas no recuerdo ni si quiera que quería decir.

Vive.

Vive a los demás, vivete a ti.

Porque si hay eternidad y es ahora.

Que no te mientan, porque sí somos eternos.

Porqué si nos equivocamos.

Porque sí hacemos cosas sin sentido.

Porque sí, no deberíamos hacer cosas cuando sabemos que no van a salir bien.

Porque estamos vivos somos eternos

y lo seremos hasta que la muerte diga lo contrario.

Hazlo si quieres no te lo prometas ni te lo propongas, hazlo.

Estás vivo y tienes la excusa perfecta lo único que realmente nos faltan son las ganas.

Somos eternos, somos historia, estamos cambiando el mundo; sin embargo, llegará un momento en el que seamos recuero y no historia, seamos ceniza y no eternos.

Hazlo porque puedes y quieres o no lo hagas, pero no le des más vueltas porque eso sí que no va a cambiar nada.

Hazlo inmortal, venga, hazlo.


Donde se suicidan las metáforas. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora