Éramos evitables.

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Éramos evitables,

claro que lo éramos.

Podríamos no habernos destrozado la sonrisa

ni ahogarnos en ese vaso que

¿a quién le importa si lleno o vacío

si al final los que nos sentimos así somos nosotros?

Éramos evitables,

como cualquier catástrofe,

pero tenemos esa estulta manía

de darnos cuenta siempre y tarde.

Éramos evitables,

pero,

¿cómo explicarles a dos obstinados

que querer, poder y funcionar

son tres verbos que siempre entran en disputa?.

¿Cómo explicarles a dos suicidas

cuando están a punto del salto

que la caída no merecerá la pena?.

Éramos evitables,

pero se nos daba fatal eso de evitarnos

y claro,

como dos suicidas,

cortarnos con nuestros propios actos

sí que era (jodidamente) inevitable.

Donde se suicidan las metáforas. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora