«Muchas lo perdimos todo y nos fuimos sin decir nada.»
Buda en el Ático de Julie Otsuka
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I
Presente
Con medio cuerpo tirado en el escritorio, cruelmente masacrado por semanas de mal sueño en el incómodo sillón de la agencia; Dazai desdeñaba la pila de archivos en acumulación. Los ojos se le cerraban a ratos, y daba respingones adornados con una expresión que arrancaba a más de uno un susto. Si quería una muerte larga y tormentosa, la estaba consiguiendo.
—¡Deja de dar pena ajena! —gritó Kunikida, lanzándole la gruesa carpeta negra de reportes del mes.
El vértice dio en la frente de Dazai, lo desestabilizó de la silla y derribó.
—¡Diez puntos por la puntería, Kunikida-kun! —mareado por el golpe hizo un ridículo intento por ponerse en pie. Un hilillo de sangre corrió por su frente, dividiéndose en la nariz hasta caer por el mentón.
—Esa parece una herida de cuidado —Yosano asomó por encima del escritorio del afectado, explayando una malsana sonrisa—. Debería tratarte para ver si curo, además de la herida externa, lo que este mal en tu cabeza para andar preocupándonos.
Por mucho que intentara fingir una calma idiota, el detective guardó un gramo de seriedad al erguirse, observando por el rabillo del ojo su entorno. Asomando del mal humor de Kunikida, de la sorpresa de Atsushi que casi tira una caja con documentos, de Naomi haciendo cosas que le ponían la piel de gallina a su hermano, e incluso de la supuesta indiferencia de Ranpo, encontró un atisbo de inquietud sincera por su persona.
Quiso esbozar una mueca de despreocupación y apaciguar el ambiente. No obstante, sus profusas ojeras, confiriéndole la apariencia de panda famélico enjaretado en una gabardina, no jugaban a su favor. De nuevo esa extraña sensación en el pecho. Una calidez asfixiante e incómoda a la que no se acostumbraba. Agradecimiento y culpa.
—No hará falta. Iré a intentar dormir un rato... —la oración, y la intensión real de aferrarse a la vigía en alguna banca, fueron cortadas por el llamado a la puerta de la agencia.
La atención se volcó sobre Kunikida, que devolvió una negativa.
—No esperábamos clientes —empujó la silla al levantarse.
Haruno abrió. Una pareja extranjera que rozaba la treintena cruzó el umbral.
La mujer, con un marcado acento inglés, el cabello largo hasta la cintura, elegante en su forma de vestir, con aire refinado y académico, reactivó a cada elemento de la agencia en su área de trabajo, no sin un notorio y poco disimulado interés por el caso que podrían tener entre manos.
—¿Es la Agencia Armada de Detectives?
La asistente hizo una afirmativa, dudando si debía dar una respuesta en japonés o en inglés. La duda que la embargó, con los clientes no dando muestra de inconvenientes con el japonés, fue consecuencia de los nervios por verse ante deslumbrarte par. Si bien el hombre permanecía en silencio, desprendía un aura igual de sobresaliente y distinguida, menos complejo y más americano y afable, que su compañera.
—¿Qué necesitan? —preguntó Kunikida, dando un respiro a la asistente.
—Verá —la mujer observó a los presentes, buscando algo o a alguien. Sus ojos entraron en contacto con los de Dazai y retornaron al hombre de gafas—, un amigo nos dijo que ustedes eran los indicados para ayudarnos a resolver un... problema.
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Insane Dream
FanfictionUn hilo rojo manipulado para destruir, rescatar, traicionar, abandonar y unir. Un hilo rojo bañado en furia, en lágrimas y olvido. Un hilo rojo impregnado de pasión. Un hilo rojo para amar y morir.