«(...) —De esto nos arrepentiremos todos.
—Que haga compañía a mis otros arrepentimientos —Nada miraba la oscuridad como si viera una horda fantasmagórica más allá de la luz—. Que no son pocos.»
El Mar Quebrado I: Medio Rey de Joe Abercrombie.
_____________________________
I
4:30 p.m.
—¡Mis clientes favoritos! —exclamó el extranjero con apariencia de descuidado profesor de secundaria estadounidense, acercándose a las figuras impacientes en la habitación oculta en la trastienda de una pescadería.
El perro de la Port Mafia, con su fiel caniche de sombra, correspondió al absurdo saludo con pura y grosera irritación.
—Acabemos con esto, Mull.
En vez de intimidarse u ofenderse, B. Mull hizo una floritura con las manos en aceptación, e indicó a quienes venían detrás, vestidos con el overol azul de una empresa de transportes, bajaran las alargadas cajas de madera que traían consigo.
—¿Son todas?
La amenaza impresa en la pregunta le extendió la sonrisa.
—Claro que no, señor Akutagawa. Las demás están en el camión, pero —abarcó con los brazos el limitado espacio con el que contaban, dándose a entender—... así que traje parte de la mercancía. Pueden revisar que es justo lo solicitado por el Dr. Mori, y hacer inventario completo más tarde y sin prisas. ¿No le parece una mejor idea?
Desconfiado, Akutagawa frunció el ceño.
—Si estás intentando estafarnos, voy a destrozarte.
La mirada asesina hurgándolo, un doberman olfateando a un sospechoso en busca de indicios de culpabilidad que justificaran aniquilarlo, estuvo por hacerlo carcajear. Disimuló con una risa mínima de acuerdo.
—La Port Mafia y este humilde traficante de armas —ordenó a sus hombres que destaparan una de las cajas—, hace años que sostienen una maravillosa relación de trabajo que sería incapaz de traicionar.
Los clavos y la tapa fueron retirados, revelando el contenido.
Higuchi hizo el amago de avanzar, Akutagawa la detuvo, atribuyéndose la tarea. No quería contratiempos, no en esos malditos días en que la mafia más grande Yokohama, camino a consolidarse como la más importante de Japón, era atacada impune por un fantasma.
—¿Qué le parece?, ¿no son hermosos? —preguntó Mull con la adoración de un padre.
Akutagawa sacó del lecho de paja un fusil M16. Tanteó el peso y revisó la mirilla. No era hermoso, era letal, lo apropiado para equipar a las guerrillas y exterminar a la plaga que insistía en meterse en el territorio de la organización.
Inflado el pecho, regodeándose, no por la satisfacción bestial de su cliente, sino por la dicha de cumplir con su verdadero objetivo; alzó la mano... y la soltó en una palmada en la espalda Akutagawa.
—¡Alegría, señores!, son dueños de propiedad del ejercito nigeriano —feliz, azuzó al perro rabioso, que a duras penas Higuchi conseguía tranquilizar para que no lo desollara ahí mismo.
Mull amaba a ese tipo de criaturas, peligrosas, irascibles, sedientas de sangre, que se creían monstruos y no eran más que gatitos enfurruñados, sacrificios para el auténtico demonio que, paciente, emergía de las cenizas.
ESTÁS LEYENDO
Insane Dream
FanfictionUn hilo rojo manipulado para destruir, rescatar, traicionar, abandonar y unir. Un hilo rojo bañado en furia, en lágrimas y olvido. Un hilo rojo impregnado de pasión. Un hilo rojo para amar y morir.