«(...) Así que me temo que confundes la causa con el efecto.»
Serie del Detective Galileo II: La Salvación de una Santa de Keigo Higashino.
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I
O. Mori sabía quién se ocultaba en la habitación de Chuuya, por eso estaba ahí, porque merecía una distracción pequeña y satisfactoria después de la dureza de la espada enemiga cuestionando la autoridad de la Port Mafia, hiriendo el orgullo de los miembros en el estrato en que se ubicaran —un latigazo de la cabeza a los pies—. Luego de una breve espera, paladeando el preludio del espectáculo, en el que no tuvo que escuchar ni ver, y bastó su imaginación para adivinar a la perfección la reyerta a murmullos y los tirones, repartidos en los tiempos divididos por excusas en voz alta para él; la puerta fue abierta.
—Jefe —saludó nervioso y sofocado el líder—. ¿A qué debo su visita?
Que divertido resultaba jugar con la presa haciéndole creer que el cazador danzaba a su ritmo, cuando era a la inversa.
—A nada—se adentró en el departamento, fascinado con el sobresalto disimulado que causaba el rozar de sus pasos en la moqueta. El merodeo del lobo.
Qué fácil es leer el rostro ajeno siendo el responsable de devastar su alma, de condicionarlo a dar vueltas alrededor de su propia perdición.
—Pensé que era buena idea hacerte una visita —dio con la caja blanca recogiendo la cola de gato—. ¿Te gustó mi regalo? —el impacto de sus palabras abrieron un boquete en la vacilante entereza de Chuuya. Bocado divino. Si él reaccionaba así, ¿cuál sería la expresión que Dazai estaría haciendo?
Que sencillo era hacer retroceder a uno de los miembros ejecutivos más respetables y fieros, sosteniendo su mentón.
—Esta noche debes dar un espectáculo inolvidable en nombre de los caídos, líder —el brillo en sus pupilas oscuras rio a carcajadas pacientes y crueles, y se inclinó para susurrarle una daga—. Dale mis saludos a Dazai —acarició con la yema del pulgar la rugosidad de sus labios, regocijándose en el agridulce resabio del pánico enturbiando los mares, y el horizonte ensombrecido por nubes de tormenta, en la mirada de su víctima.
Era grato ver al amor expurgar de un sanguinario monstruo como aquel, la confianza, transformándolo en un deprimente remedo de sí mismo que asentía cabizbajo, debilitado por el resquicio de luz que los poetas por milenios han glorificado de fuerza.
Aunque fingía aceptar la puñalada por la espalda que encajó el prodigioso niño en el cual colocó sus expectativas, la verdad era que lo detestaba, y no había mayor placer que usar la debilidad de Chuuya, de la que era causa, para castigarlo.
—Personalmente escoltaré a la dulce flor a la fiesta que tendremos. Recoge tus cosas —ordenó—. Estaré en la limusina, con helado, si es que Elise-chan no se lo ha acabado.
En el descanso de las escaleras del viejo edificio estilo europeo, observó al sol esfumarse tras las montañas que recortaban el cielo de Yokohama, el límite de la caótica ciudad. Disfrutó el festín de venganza por el que aguardó paciente. Un bocado espontaneo y minúsculo, maravilloso en el cosquilleo de triunfo que le llenaba el podrido hueco en el que se dice que debe estar el corazón.
Si bien el suplicio por esos años ha sido para el amante y las memorias yacen perdidas, el sentimiento está ahí, latente. Y la bomba que dejó caer, la revelación de que su huraño excompañero ha sido ultrajado, tambalearía la indiferencia del exlíder y lo mortificaría como ninguna de las torturas que pudiera maquinar. Dazai no recuerda las noches por las que su compañero fue sentenciado... y aun así sufriría.
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Insane Dream
FanfictionUn hilo rojo manipulado para destruir, rescatar, traicionar, abandonar y unir. Un hilo rojo bañado en furia, en lágrimas y olvido. Un hilo rojo impregnado de pasión. Un hilo rojo para amar y morir.