«Había transcurrido una sola noche, y ahora eran sólo dos animales despedazados y, si aún se sentían capaces de desear algo, no deseaban más que la muerte.»
Los Reyes Malditos I: El Rey de Hierro de Maurice Druon
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I
Yokohama
La pluma tiembla, escapa de mis dedos atenazados y traza un sinuoso meandro de tinta que cruza la hoja. He estropeado otro papel, en lo que sospecho que es una tarea fútil. Me pregunto si podré escribir este reporte siendo objetiva, o si en cada página se filtrará insidiosa una muestra de la amargura por las muertes y las perdidas. (1)
Agotada se dio un receso de la labor que por días postergó. Cerró el folder sobre la mesa y apartó el deber que lo rotulaba: "Caso 893". El fajo de hojas acumulado a su diestra, las pruebas conseguidas por Sanderson sustentando el caso, murmuró con la ligera corriente matinal introduciéndose por el ventanal abierto, levantando las esquinas del horror guardado en la tinta que despersonalizaba la traicionera verdad documentada.
En la silla frente a ella no quedaba ni rastro de Rothfuss. Su ausencia le calaba en el alma.
Tocaron a la puerta. Un anuncio, no un permiso solicitado o concedido. Harkness abrió, vestida de elegante y desolado luto.
—Han llegado —sus ojos enmarcados en profundas ojeras violáceas. Pese a no dormir ni descansar por la pérdida de su padre, y la ilógica culpa que se cargaba, su sucesora ejecutaba diligente y comprometida su labor.
No tenías ni idea de qué hacías, refutó Hobb para sus adentros la razón del insomnio de Harkness. Querías cumplir el deseo de un buen hombre de salvar a un niño, sin conocer el alcance o las limitaciones de tu habilidad. Eras una niña, se decía, queriendo que la verdad entrara en la cabeza de la historiadora y la hiciera comprender que no era necesario torturarse.
—Que Yukichi entre, y los demás que empiecen a llenar los documentos —ordenó, vencida por la intransigencia de la mente humana, por las cogniciones que como lentes distorsionan la realidad y nos encierran en la ilusión de percepciones erradas.
Harkness asintió sin retirarse.
—¿Algo más, Deborah? —cambió del rol de directora a uno menos rígido, más comprensivo y familiar.
La agente inició una respuesta y no la terminó. El amago bastó a Hobb.
—J. Kalogridis propuso que, dado que la Agencia y la CIP podrían mantener relaciones laborales en un futuro, sería útil continuar en contacto con sus miembros —formó una diminuta sonrisa, viendo un punto a la derecha de Harkness.
Hay eventos que deben suceder, coincidencias a darse cuando a los involucrados les cuesta hablar.
—Atsushi Nakajima parece interesado en Patrick, y no sé de nadie mejor que tú que pueda decirle lo importante que fue para un extraño, que de pequeño lo rescató haciendo un gran sacrificio del que no se arrepintió. Dile lo que él no pudo decirle de frente: que sin un lazo de sangre las personas pueden establecer vínculos irrompibles, a veces sin saberlo —el borde de sus ojos se anegó de lágrimas—. Dile que en este mundo cruel desearon su felicidad.
Pasos resonaron con prisa por el pasillo, alejándose.
—¿Es lo que necesitabas?
—Él quería entender por qué estaba tan afectado por la muerte de Rothfuss, y yo no tenía el valor para explicarle —justificó—. No sin...
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Insane Dream
FanfictionUn hilo rojo manipulado para destruir, rescatar, traicionar, abandonar y unir. Un hilo rojo bañado en furia, en lágrimas y olvido. Un hilo rojo impregnado de pasión. Un hilo rojo para amar y morir.