El corredor del segundo piso era algo extenso, Avarel agradeció no llevar verdadera prisa para entrar al baño, de ser así, no resistiría ni medio camino.
Todas las puertas de las habitaciones se encontraban abiertas, y le dieron unas enormes ganas de echar un vistazo siquiera de reojo, pero Ava tuvo miedo de que la mujer frente a ella la descubriera husmeando.
La tal Annelia parecía sentirse la duquesa de Cambridge, como si fuera la mejor amiga de la señora de la casa y no quien limpiaba su inodoro.
– Es aquí– afirmó con orgullo mientras abría la puerta para ella– ¿podrá regresar usted sola?
Ava estuvo tentada de recurrir al sarcasmo y pedirle un mapa del lugar, pero se contuvo, ya que, aunque la casa era grande, a su vista solo había dos corredores, el que venía desde las escaleras y uno transversal que pasaba frente al baño.
El piso del pasillo transversal se curvaba un poco a izquierda y derecha, como si las habitaciones o lo que fuera que estaba a ambos lados de la casa, terminaran a desnivel, pero a la vista no percibía nada tentador que pudiese tentarla de explorar.
– Gracias– dijo mientras entraba al baño y esperaba escuchar el taconeo perderse en uno de los corredores horizontales del final del pasillo. El cuarto de baño era de un tamaño perfectamente normal en blanco y dorado, no había espacio extra, sólo dos lavabo y un espejo enorme, además de una bañera con forma de concha de mar y el retrete.
Cuando el sonido de zapatos desapareció, la joven abrió la puerta con cuidado y miró a ambos lados antes de salir al corredor, no sabía a donde ir, ni por qué se estaba escabullendo como una ladrona, pero era algo emocionante y estaba haciendo tiempo para que Ash arreglara todo con los señores esos.
Nada más poner un pie fuera del lugar, el piso le pareció más curvo, a finales del corredor transversal se veía una zona oscura, ya fuera al lado izquierdo o derecho. Una corriente de aire frío se filtraba, como si hubiera ventanas abiertas, casi le parecía escuchar el silbido del viento y estuvo a punto de estremecerse.
Dio pasos cautelosos por el pasillo vertical, esperando que su calzado no hiciera ruido al contacto con el piso, lo cierto es que las habitaciones de izquierda a derecha eran todos iguales, como si se tratara de un hotel, no había adornos distintivos que señalaran de quien era cada estancia.
Avarel escuchó un sonido detrás de ella y pegó un brinco, se dio la vuelta con brusquedad y vio que no había nadie además de ella, suponiendo que el sonido venía de una de las habitaciones.
Regresó por el pasillo apenas notando la imprudencia de sus actos y se situó frente a la habitación que creía, era de donde provenía aquel sonido, entonces lo vio.Al noreste de la cama, justo frente a la ventana, se encontraba un escritorio sencillo de madera de roble y un chico yacía sentado frente a él, era iluminado por la luz que se filtraba entre las nubes de un día nublado, estaba de espaldas y parecía escribir sobre algo a lápiz.
Era un tipo delgado, su cabello era castaño cenizo, algo más largo de lo normal, parecía estar sumergido en una absoluta concentración, gruñía por lo bajo mientras borraba algo con la parte trasera de su lápiz y alejaba las virutas de borrador con el dorso de la mano.
En una de las tantas veces que borraba consiguió volcar una lata de Coca Cola, derramando soda en la madera y sus pantalones, la silla fue lanzada hacia atrás con rapidez y Ava se escondió nuevamente detrás del umbral.
Volvió a escuchar movimiento, esta vez de hojas siendo agitadas al viento y curiosamente volvió a asomarse para saber qué estaba pasando.
El jóven se había puesto de pie y tenía algunas hojas de cuaderno que sacudía para intentar secarlas, las gotas de soda parecía flotar levemente ante la luz de la ventana antes de desaparecer, por alguna razón se sentía embobada, no podía moverse y se sentía rara en su propia piel.
De pronto él volteó y se detuvo a medio camino de dejar las hojas en la cama, parecía un poco sorprendido.
– Hola... ¿Se te ofrece algo?– preguntó con una voz suave de acento extranjero.
Avarel se sonrojó y volteó a ver la soda que goteaba sobre el piso, él la imitó y maldijo por lo bajo tomando más hojas para rescatarlas.
La chica hizo lo que menos esperaba hacer; hechó a correr. Y sin pensarselo dos veces se decidió por entrar a la única habitación con la puerta cerrada en aquel lugar.
Supuso que el yankee apuesto se había quedado limpiando el desastre en lugar de seguirle para intentar averiguar quien invadía su privacidad.
Recargada sobre la puerta de madera escuchó los pasos por el corredor y un taconeo.
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Cold as stone
Novela JuvenilAshton Harding, no mucho que decir de ese chico, un infeliz que odiaba a medio mundo y la otra mitad le era indiferente, pero con un interior oculto y más hermoso que el de una Blow pop, uno que nadie se ha aventurado a descubrir y los pocos osados...