Cuando me planteaba la idea de conseguir un novio por un mes, no parecía tan alocado y absurdo. Pero nadie me dijo que me pegaría tan fuerte.
Un mensaje inesperado a través de una red social marcaría el inicio de un excitante coqueteo, y esto a su vez rasgaría un poco más el poco corazón que me quedaba.
El Niño de ojos verdes y de raro sentido del humor encabezaría mi lista de amores no correspondidos, pero que podía esperar yo, si a penas hablamos dos meses casi exactos; nunca lo conocí en persona, pero me dejó muy claro que los corazones de hielo también se derriten si caen en unas manos de fuego.
La añoranza de ver algún mensaje suyo cada noche era lo que me motivaba a beber un par de cafés amargos par espantar el sueño, pero al final comía un par de chocolates para que mi ánimo no cayera al ver que no se acordaba de mí; exceptuando un par de noche que tuvo compasión.
Quizás si yo hubiera aceptado la idea de pasar con él aquella noche en la que me propuso, no estaría aquí viéndolo reír alegremente con ella.
Recuerdo claramente tus palabras "No involucremos el corazón" decías, y yo tan segura reía diciendo "Yo no me enamoro, niño" sin saber que ya estaba a un paso de caer al precipicio.
Lo que más atormenta mis noches es la imagen que te llevaste de mí: la chica descarada que decía que le gustabas sin tapujo alguno y que parecía ir por ahí dejando amores de unos cuantos días, fui sin duda la chica fácil de todo este cuento.
Y ahora que te veo tan feliz, lo único que puedo desear es no desearte tanto, que ella encaje en aquel espacio que seguro me quedaba grande a mí. El más grande anhelo de mi corazón es que nunca en alguno de tus días te encuentres a alguien como yo, tan apasionada a su soledad.
Y los poemas que fueron en tu nombre los quemaré, los mataré junto con este extraño sentimiento de pérdida aquí en mi pecho, porque aunque un corazón solitario niegue enamorarse, solo bastará un mes para saber que la compañía no es tan mala.