Desde muy pequeña ser débil no era una opción, tenía que ser una niña fuerte, guerrera, que no se dejase intimidar fácilmente, todo para no ser devorada por el mundo.
Un padre drogadicto, una madre sumisa, la niña era del barrio, alimentada por vecinos, jugando en las calles, luchando contra la vida, intentando no morir.
Siempre fue muy inteligente, tenía las mejores calificaciones en la escuela. Cumplía con sus tareas, aunque tuviera que comer sólo una vez al día, porque el se desaparecía y se llevaba consigo el poco dinero que la madre ahorraba de pequeños trabajos clandestinos.
Pero el día no era tan terrible como la noche, le dolía su barriga, tenía hambre. Dormía con miedo de que su madre no resistiera otra noche más, tenía asma. Cada noche despertaba escuchando a su madre ahogarse, la encontraba a orilla de la cama doblada y débil por la falta de aire, así que se acercaba a darle pequeños golpecitos en su espalda con la esperanza que no la dejara esa noche, al menos no esa noche.
Ella nunca dejó de amar a su niña, la abrazaba con la esperanza de mitigar un poco su miedo, le sonreía cálidamente, besaba sus mejillas y decía que todo estaba bien, pero la niña sabía que mentía, la escuchaba llorar por las noches y a escondidas leía su diario.
La niña recuerda el rostro de su madre cuando le dijo que tendrían otro bebé, estaba pálida y sus ojos eran dos pozos de desesperación y angustia. El niño nació, su piel blanquita como la lana y sus ojos de un gris intenso, era hermoso, pero la niña lo odiaba, no lo quería o tal vez lo amaba tanto que no quería que sufriera lo que ella vivía. Luego de varios meses el niño tuvo desnutrición crónica, no había para alimentarlo, lloraba mucho y se quejaba.
La niña recuerda ese día, acababa de llegar de la escuela y si madre le hizo una pregunta que marcaría su vida para siempre: ¿Cariño, tú crees que debemos ir a vivir con la abuela y dejar a papá? La Niña recordó todo lo que su madre y su pequeño hermano sufrían, así que no lo dudo ni un segundo, era momento de tomar una decisión, tenía 9 años, era una niña grande, ayudó a su madre a recoger lo poco que tenían y caminaron hacia la vida que merecían.