Listo, la carta ya estaba hecha.
Al finalizar las clases ella se había escabullido entre la multitud perdiéndose de la vista de sus amigas para lograr su cometido, dejar la carta en su casillero.
Escondiéndose tras una esquina la espió con cuidado, pendiente de su rostro de cuando viese aquel papel blanco caer a sus pies.
La cual fue de total extrañeza.
Gracias a una nota que había escrito al exterior de: "Léeme cuando no haya nadie", la chica del casillero la guardó en el bolsillo de su pantalón y miró a ambos lados del pasillo; en busca del remitente de tan misteriosa carta.
Con una amplia sonrisa, la remitente se despegó de la esquina y corrió para alcanzar a sus amigas e irse a casa.
—¿Por qué esa sonrisa? –preguntó su mejor amiga.
—Oh, por nada. No es nada... –ella respondió.
Su segunda mejor amiga la vio levemente extrañada de reojo, pero no dijo nada.
Aún así aquella amplia sonrisa no se desvaneció de su cara en ningún segundo.
ESTÁS LEYENDO
Déjame amarte.
ContoDejando cartas en su casillero casi todos los días, ella solo le pedía una cosa: "déjame amarte".