EPÍLOGO

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9 Años Después

- Porque gracias a su abuelo Abraxas, los Malfoy salieron adelante con... -. Y Lucius Malfoy seguía contando una y otra vez la historia de los Malfoy a sus nietos, mientras su hijo y su nuera se preparaban para ir a la boda de unos amigos. Sus tres nietos de 8 años por igual, lo escuchaban atentamente esperando que la parte favorita de cada uno llegara.

- Ya cariño, deja de aburrir a los bebés -. Le retó Narcissa Malfoy con diversión, entrando a la sala, y prácticamente derritiéndose al encontrar a su esposo, sentado en el sillón, y encima de él a sus tres tesoros.

- Pero si a ellos les encanta, ¿no es así mosntruitos? -. Le preguntó él. Ellos sonrieron y asintieron a la par.

- ¿Por qué no le contamos un cuento para niños de su edad? Ayer fui a la librería y compré este hermoso cuento, que se llama El Lobo y los Tres Cerditos.

- ¿Me estás llamando cerdo? -. Preguntó de golpe Lucius.

- ¿Te sientes identificado? -. Le preguntó su mujer, sentándose a su lado y tomando a la pequeña Rose, sentándola en sus rodillas.

Hermione había bajado con rapidez las escaleras para anunciarles a sus suegros, que ella y Draco ya se encontraban listos para irse, y la verdad, la imagen que encontró en la sala la hizo sentirse enormemente feliz y llena. Sintió como unos brazos fuertes la agarraban y la acercaba aun cuerpo de igual de fuerte y que desprendía un calor y un olor que siempre conseguía que se sintiera feliz y protegida.

- Nuestros bebés ya se encuentras grandes -. Le susurró con picardía Draco en el oído.

- ¿Acaso el señor Malfoy quiere tener tres trillizos más? -. Le contestó ella, tratando de contener la risa.

- ¿Qué tal si tenemos nueve más? -. Siguió.

Hermione se dio vuelta, y corriéndose aun lado para que no los vean, puso sus manos en sus mejillas y le besó, lento y cariñoso, como siempre.

- ¿Juras que no te vas a volver loco? -. Preguntó ella, interrumpiendo el beso, mientras recordaba como se ponía cada vez que alguno de los niños se metía en problemas cuando eran bebés.

- Nunca -. Contestó él, volviendo a traerla hacia él.

En el pasado habían sufrido de todo, pero ambos habían sabido ayudarse mutuamente, y eso había sido algo que nunca podría olvidar. Draco todos los días de su vida, había recordado como ella la salvó la vida rescatándolo de se loco de Goyle, como dio la vida por él sin esperar nada a cambio. Recordaba como luchó con Goyle hasta que este mismo por su tonto hechizo se mató, pero antes de que eso sucediera, había matado a sangre fría a Pansy Parkinson, junto con el bebé que llevaba dentro, y sólo porque esta había querido huír sin su permiso. Recordaba como ella lo había cuidado día y noche sin descanso por todas las heridas que tenía en su cuerpo por todas las maldiciones que había recibido.

A veces se preguntaba que hubiera sido de su vida si ella no hubiera dado el primer paso aquel día en la Torre de Astronomía, si ella no le hubiera dado de su botella... se preguntaba un millar de cosas, y al final de todas, siempre se daba cuenta que la amaba un poco más cada vez, y siempre lo iba a seguir haciendo. Porque ella lo era todo para él... claro, ella, y aquellos tres demonios. Y a pesar del tiempo pasado, aun los dos extrañaban a aquel bebé que perdieron por culpa de ese bastardos. Su primogénito había sido enterrado en el cementerio privado de los Malfoy, en donde cada fin de semana le iban a visitar, junto sus hermanitos, que a pesar de su corta edad, entendían todo lo que les rodeaba, y al igual que sus madres, ellos sin siquiera haberle conocido, le extrañaban...

Draco después de todo eso, se había sentido tan emocionado y maravillado cuando ella le dijo que iban a ser padres de tres bebé, que hasta incluso estaba dispuesto a dar saltitos de alegría, pero al final no lo hizo, después de todo era un Malfoy... pero su debilidad de ellos tres, era la niña, la pequeña Rose, quien había salido clavada a la madre, salvo los ojos, ella tenía sus ojos grises, pero a diferencia de los suyos, los de ella brillaban con tal intensidad que eran admirables. Los niños por el contrario eran igual que él, Hugo y Scorpius, pero claro, ellos tenían ojos de su madre.

Pero Draco quería más niños, quería tener una familia tan grande como pudiera, y todos los quería con ella, obvio. Y si eso implicaba no tener que ponerse como un loco por cada cosa que rompieran o hicieran perder, lo iba hacer.

- ¡Ey! Huroncito, debemos dejar todo este royo para luego, Ron y Astoria nos retarán si llegamos tarde a su boda. Ya sabes como se pone el de loco Blaise si no nos ve en el lugar que nos corresponde -. Dijo Hermione, separándose de él.

- Ya, por ahora te salvas, pero luego... ya veremos -. Le contestó él mientras le guiñaba un ojo y se acercaba sus hijos para darles un beso de despedida.

Hermione al igual que su marido, les dio un beso a cada uno y les dijo que se portaran bien con los abuelos. Después saludó a sus suegros, quienes se convirtieron más en padres de ella que en otra cosa, y salió de la sala, para que junto con su marido, se aparecieran cerca de la casa los Weasley, en donde se iba a celebrar la fiesta.

Había pasado demasiados años desde la última vez que vio a sus padres, y a pesar de tiempo, nunca había podido perdonarles por lo que le hicieron sufrir aquella vez, pero siempre había una parte de ella que ya los había perdonado y que los justificaba, pero aun así, nunca había querido volver a esa casa, ni siquiera para que ellos conocieran a sus bebés, y aunque sabía que hacía mal negarles conocer a sus abuelos, esperaba que con el tiempo, ellos entendieran su dolor.

- Agarrame con fuerza -. Le dijo Draco, ya que él era el encargado de transportarlos.

- Siempre -. Contestó ella, apoyaba su cabeza en su pecho y desaparecían, mientras ella aun seguía escuchando los latidos de su corazón.

* * *

Es Más Que Eso... [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora