012.

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Jimin no se había sentido tan cansado desde... Bueno, desde nunca.

Una semana con tres días de ejercicio y ya parecía que no iba a poder moverse más. Jamás se había preocupado por su estado físico ya que comía muy poco y su contextura siempre fue delgada, pero ahora que entrenaba junto a Jungkook se arrepentía de todas las veces en que en vez de usar la escalera normal subió por la eléctrica.

Ya era viernes, la escuela había terminado y se encontraba tirado en su cama sin querer moverse. El día anterior había estado golpeando tanto el saco de boxeo que se hizo un par de heridas en los nudillos y eso le hacía sentir muy enfadado. Jimin era delicado, no le gustaban las cicatrices y el sudor era su pesadilla mortal. Así que estar expuesto a eso lo hacía estar de mal humor todo el día.

Pero a pesar de eso no quería renunciar a los entrenamientos con Jungkook. El pasar tiempo con el castaño se le estaba volviendo adictivo y hablando de eso hoy iban a salir al supuesto gimnasio donde este entrenaba, a pesar de que no era una cita Jimin estaba nervioso como si lo fuera.

Además de demorarse bastante arreglándose como le era costumbre se dio el trabajo de curarse a sí mismo las heridas y colocar sobre ellas blanditas de color rosa más dibujos de estrellas. Mientras estaba en eso la puerta de su habitación se abrió y su madre entro por ella. Apenas vio sus manos un semblante de preocupación se le dibujó en el rostro de la mujer.

– ¿Qué te ha pasado? –le pregunta y Jimin se encoge de hombros.

– Nada, mamá.

– Tienes heridas las manos, eso no es nada. ¿Alguien te ha echo daño en la escuela?

Por alguna extraña razón Jimin no quería hablar con su madre sobre Jungkook. No era porque no hubiese confianza, al contrario, su madre era la única con quien podía hablar de cualquier cosa. La razón era más egoísta, ya que quería que aquella extraña interacción que estaba teniendo con Jungkook fuese solo para el.

– No, solo me caí –responde como si nada mientras arregla su cabello.

– ¿Y ahora saldrás?

– Solo iré al centro comercial.

– ¿Seguro que no pasa nada, Jimin?

El peli-morado odiaba preocupar a su madre, lo cual ocurría casi desde que nació. Le dolía verla gastando su vida cuidando que no le pasase nada a el por su forma de ser. Era desgastante y no sabía cómo su madre era capaz de aguantar todo eso.

– Mamá, te prometo que estoy bien.

Beso la frente de su madre antes de salir de la habitación mientras ella lo miraba irse. La señora Park suspiro cansada pero confiaba en su hijo. Además hace mucho no veía sonreír a Jimin de esa forma tan dulce.

• • •

Jungkook estaba en la esquina de su casa jugando con el teléfono mientras esperaba a que Jimin apareciera.

Había hablado con Namjoon por la tarde y en menos de 15 minutos se consiguió una pelea donde ganaría bastante dinero. El arriendo del departamento estaría cubierto y se quedaría con bastante para terminar las sesiones de tatuaje en su espalda con Namjoon.

Jungkook era de esas personas demasiado confiadas, ni siquiera pensaba en que iba a perder la pelea aunque se enfrentase a un tipo gigante que le doblegara la altura y fuerza. Namjoon decía que esa era una de las razones por las que se ganaba el respeto en los enfrentamientos, una persona con confianza en si misma era mucho más astuta que las demás.

Volviendo a la esquina Jungkook movía los pies impaciente hasta que levanto la cabeza encontrándose con una cabellera morada corriendo hacia el. Jimin parecía una caricatura con sus piernas cortas y mejillas más rojas que un tomate a causa del esfuerzo. Llevaba puesto unos jeans ajustados azules y una camiseta rosa lo bastante larga para parecer un mini vestido.

Agridulce ◆ Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora