027.

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Si había algo que la ciencia podía comprobar con facilidad y de manera tajante era que Jeon Jungkook estaba teniendo la peor de las suertes ese día. O al menos eso era lo que el castaño pensaba ahora que ni siquiera pudo regalarle unas malditas flores a Jimin sin echarlo a perder. Ni siquiera tenía idea de que se podía hacer tantas cosas mal durante la primera cita, era todo un descubrimiento y no uno que le traía regocijo alguno.

− Joder −maldice tirando el ramo de flores a la basura−, esto debe ser una broma.

Dejó a Jimin estornudando en la sala de estar mientras el se fue al baño a tirar el regalo a la basura. Lo único que era capaz de hacer en ese minuto era atacar a todo el mundo en su mente, preguntando por qué era que todo le salía tan pero tan mal. Primera vez en su vida que hacía algo por alguien que no fuese el mismo y parecía que nada, por más simple que fuese, quería funcionar. La verdad era que si la situación fuera distinta de seguro ya se hubiese dado por vencido, horas atrás ya habría salido a fumarse un cigarrillo mientras caminaba hasta olvidarse de su nombre pero esa ya no era una opción para él porque una dulce mariposa lo estaba esperando por el sentado en el sofá.

Cuando salió del baño y vio a Jimin lo primero en que se fijó fue en la nariz roja del chico más los ojos húmedos. Jungkook se sintió mal pero no solo por el hecho de que el había provocado aquella reacción alérgica sino también porque no podía dejar de pensar en que Jimin se veía demasiado tierno así. Estaba siendo un verdadero idiota.

− ¿Necesitas algún medicamento? −Pregunta y Jimin lo mira no sin antes soltar un pequeño estornudo.

− Ya se me quitara, no te preocupes...

− Si tú lo dices −Jungkook se frota las manos con nerviosismo, ya no sabía que decir para no quedar como un completo estúpido−. Supongo que yo iré a cocinar, espérame aquí hasta que termine.

Sin esperar una respuesta caminó hacia la cocina y se puso manos a la obra. Ya había cortado todos los vegetales que ocuparía, pre-calentado el horno e hirvió lo que estaba crudo. Tan solo le faltaba mezclar todo en una enorme fuente, ponerle especias y dejarlo a fuego bajo para que se terminase de cocinar. De verdad estaba concentrado en cada detalle para no arruinarlo, no se podía permitir a si mismo darle alergia al chico y además obligarlo a comer algo que supiese mal.

Apenas tuvo todo listo metió la comida al horno y subió la temperatura para dejarlo veinte minutos, como la receta que Seokjin había escrito decía. Satisfecho con su trabajo se estiró para relajarse un poco antes de caminar a la sala de estar. Sin poder evitarlo se quedó un momento apoyado en el marco de la puerta desde donde podía ver perfectamente a Jimin jugando con el teléfono. Parecía estar de lo más concentrado en el juego ya que arrugaba la nariz cada vez que una maniobra no salía conforme lo esperado. Jungkook se fijó en cada sección del rostro del peli-rosa, hasta en las ojeras que se le habían formado gracias a los golpes que había recibido hacía unos días en la escuela. No importaba que tan lastimado estuviese, Jimin jamás perdía ese encanto que le hacía tan peculiar.

− Se que me estás mirando, Kook.

Al escuchar su voz Jungkook se siente atrapado, ni siquiera espiar se le daba bien hoy.

− ¿Algún problema con eso, mariposa?

Ve como Jimin sonríe y siente que el cuerpo entero se le derrite gracias a ello.

− Ningún problema, señor gruñón. Pero podría hacerlo más de cerca −diciendo eso palmea el lado sobrante del sofá−. Ven, siéntate conmigo.

Agridulce ◆ Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora