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El despertador sonó avisándole a Jimin que ya era hora de levantarse. Abrió sus ojos y miro él techo por un rato, cada vez se le hacía más difícil salir de su cama y comenzar su día.

Soltó un suspiro cansado para enderezarse mientras pasaba sus manos pequeñas de naturaleza por su cara tratando de quitar un poco lo somnoliento que se sentía. Estiro sus brazos y luego puso los pies sobre el suelo de madera de su habitación.

Jimin dejó su cama dirigiéndose directamente a tomar una ducha, cepillar sus dientes y peinar un poco su cabello. Cumplía su rutina diaria tratando de ignorar aquella pesadez que sentía en el cuerpo conforme los palillos del reloj avanzaban.

Cuando se sintió listo caminó hasta su ropero de donde saco un suéter de lana rosa que había comprado en el centro comercial hace unas semanas más unos pantalones ajustados de tela blanca que hacían que sus piernas lucieran bellamente contorneadas. Por último busco bajo su cama unas zapatillas blancas que combinarían a la perfección con lo demás que traía. Se miro al espejo satisfecho por su elección pero no le duró más de quince segundos.

Porque a nadie más le gustaba como el vestía.

Comentarios como marica, niña frustrada y lesbiana con pene eran parte de su día a día. La gente a su alrededor no lograba entender que Jimin se sentía mucho mejor en aquella ropa femenina que en el típico conjunto que llevaría un chico de su edad.

Bueno, Jimin era muy diferente a la mayoría. Con su cabello color lila y gargantillas en forma de corazón que buscaban ocultar su manzana de Adán, se veía muy femenino para la opinión del resto del mundo. Su habitación también reflejaba su personalidad con su cama victoriana blanca, paredes de un tono rosa bien pálido y diversos decorativos que solo las chicas ocupaban.  A Jimin no le importaba lo que pensasen de el, no le hacía daño a nadie siento el mismo.

Pero las cosas se estaban descontrolando de a poco.

Jimin podía aguantar las palabras, también podía pasar por alto lar burlas, pero últimamente las cosas habían avanzado a ser casi netamente físicas. Los empujones y golpes estaban siendo parte de su día a día aunque el no quisiese. La gente lo veía como un bicho raro, así que lo trataba como tal, en su escuela desde los alumnos hasta los profesores demostraban su descontento por su forma de ser. Muchas veces el Director del centro vio como Jimin era arrastrado por sus compañeros para ser golpeado en medio del patio y aun así no hizo nada, como si de un trapo sucio se tratase. 

Pero Jimin no quería que eso lo venciera, así que se levantaba cada día a pesar de sentir que moría por dentro para demostrarle al mundo que el no lamentaba ser así.

Tomo el esmalte de uñas color rosa que tenía en el escritorio y empezó a pintar una por una. Jimin era tremendamente detallista, rayando en la obsesión. Le gustaba lucir impecable y limpio, como una princesa según él. 

Cuando su reloj aviso que ya era hora de irse rápidamente busco su mochila de cuero sintético rosa con pequeñas tachas plateadas y bajó las escaleras para ir a buscar algo de comer a la cocina. Sorpresivamente su madre aún estaba en la casa bebiendo café, al entrar le regalo una sonrisa a Jimin.

– ¿Ya te vas a la escuela, cariño? –le pregunta de forma suave Youngmi.

– Sí, mamá. 

La señora Park miro de reojo a su hijo, desde que nació había considerado a Jimin como el niño más precioso que había visto y esa belleza tan solo aumentaba con los años, aunque los demás lo vieran como algo enfermo, para ella su hijo era una joya preciosa que no todos sabían apreciar. Pero a pesar de lo que ella pensase siempre tenía miedo de la vida que le deparaba a Jimin, conocía bastante bien a su hijo como para saber todo lo que ha tenido que soportar por su forma de ser y le dolía el corazón pensar en que las cosas no cambiarían dentro de poco. Para que una sociedad machista y poco tolerante cambie algo muy grande debía pasar.

Agridulce ◆ Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora