Aquí he escrito la obra completa, esta obra no tiene ya copyright (puesto que el autor murió hace siglos literalmente)
Prólogo
Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla dice aquel gran sabio Heráclito
en este modo: «Omnia secundum litem fiunt.» Sentencia a mi ver digna de perpetua y recordable
memoria. Y como sea cierto que toda palabra del hombre esciente está preñada, de esta se puede
decir que de muy hinchada y llena quiere reventar, echando de sí tan crecidos ramos y hojas que
del menor pimpollo se sacaría harto fruto entre personas discretas. Pero como mi pobre saber no
baste a más de roer sus secas cortezas de los dichos de aquellos que, por claror de sus ingenios,
merecieron ser aprobados, con lo poco que de allí alcanzare, satisfaré al propósito de este per
breve prólogo. Hallé esta sentencia corroborada por aquel gran orador y poeta laureado,
Francisco Petrarca, diciendo: «Sine lite atque ofensione nihil genuit natura parens»: Sin lid y
ofensión ninguna cosa engendró la natura, madre de todo. Dice más adelante: «Sic est enim, et
sic propemodum universa testantur: rapido stellæ obviant firmamento; contraria inuicem
elementa confligunt; terræ tremunt; maria fluctuant; aer cuatitur; crepant flammæ; bellum
immortale venti gerunt; tempora temporibus concertant; secum singula nobiscum omnia». Que
quiere decir: «En verdad así es, y así todas las cosas de esto dan testimonio: las estrellas se
encuentran en el arrebatado firmamento del cielo; los adversos elementos unos con otros rompen
pelea, tremen las tierras, ondean los mares, el aire se sacude, suenan las llamas, los vientos entre
sí traen perpetua guerra, los tiempos con tiempos contienden y litigan entre sí, uno a uno y todos
contra nosotros.» El verano vemos que nos aqueja con calor demasiado, el invierno con frío y
aspereza: así que esto nos parece revolución temporal, esto con que nos sostenemos, esto con que
nos criamos y vivimos, si comienza a ensoberbecerse más de lo acostumbrado, no es sino guerra.
Y cuanto se ha de temer, manifiéstase por los grandes terremotos y torbellinos, por los
naufragios y incendios, así celestiales como terrenales; por la fuerza de los aguaduchos, por
aquel bramar de truenos, por aquel temeroso ímpetu de rayos, aquellos cursos y recursos de las
nubes, de cuyos abiertos movimientos, para saber la secreta causa de que proceden, no es menor
la disensión de los filósofos en las escuelas, que de las ondas en la mar.
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Pues entre los animales ningún género carece de guerra: peces, fieras, aves, serpientes, de
lo cual todo, una especie a otra persigue. El león al lobo, el lobo la cabra, el perro la liebre y, si