El acto sexto
ARGUMENTO DEL SEXTO AUTO
Entrada Celestina en casa de Calisto, con grande afición y deseo Calisto le pregunta de lo que le
ha acontecido con Melibea. Mientras ellos están hablando, Pármeno, oyendo hablar a Celestina,
de su parte contra Sempronio a cada razón le pone un mote, reprendiéndolo Sempronio. En fin,
la vieja Celestina le descubre todo lo negociado y un cordón de Melibea. Y, despedida de
Calisto, vase para su casa y con ella Pármeno.
CALISTO, CELESTINA, PÁRMENO, SEMPRONIO.
CALISTO.- ¿Qué dices, señora y madre mía?
CELESTINA.- ¡Oh mi señor Calisto! ¿Y aquí estás? ¡Oh mi nuevo amador de la muy
hermosa Melibea y con mucha razón! ¿Con qué pagarás a la vieja que hoy ha puesto su vida al
tablero por tu servicio? ¿Cuál mujer jamás se vio en tan estrecha afrenta como yo, que en
tornarlo a pensar se me menguan y vacían todas las venas de mi cuerpo de sangre? Mi vida diera
por menor precio que ahora daría este manto raído y viejo.
PÁRMENO.- Tú dirás lo tuyo: entre col y col, lechuga. Subido has un escalón; más
adelante te espero a la saya. Todo para ti y no nada de que puedas dar parte. Pelechar quiere la
vieja. Tú me sacarás a mí verdadero y a mi amo loco. No le pierdas palabra, Sempronio, y verás
cómo no quiere pedir dinero, porque es divisible.
SEMPRONIO.- Calla, hombre desesperado, que te matará Calisto si te oye.
CALISTO.- Madre mía, abrevia tu razón o toma esta espada y mátame.
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PÁRMENO.- Temblando está el diablo como azogado. No se puede tener en sus pies; su
lengua le querría prestar para que hablase presto; no es mucha su vida; luto habremos de medrar
de estos amores.
CELESTINA.- ¿Espada, señor, o qué? ¡Espada mala mate a tus enemigos y a quien mal te
quiere!, que yo la vida te quiero dar con buena esperanza, que traigo de aquélla que tú más amas.
CALISTO.- ¿Buena esperanza, señora?
CELESTINA.- Buena se puede decir, pues queda abierta puerta para mi tornada y antes me
recibirá a mí con esta saya rota que a otro con seda y brocado.
PÁRMENO.- Sempronio, cóseme esta boca, que no lo puedo sufrir. ¡Encajado ha la saya!
SEMPRONIO.- ¿Callarás, por Dios, o te echaré con el diablo? Que si anda rodeando su
vestido, hace bien, pues tiene de ello necesidad. Que el abad de donde canta de allí viste.
PÁRMENO.- Y aun viste como canta. Y esta puta vieja querría en un día por tres pasos
desechar todo el pelo malo, cuanto en cincuenta años no ha podido medrar.
SEMPRONIO.- ¿Todo eso es lo que te castigó y el conocimiento que os teníais y lo que te
crió?