El acto quinto
ARGUMENTO DEL QUINTO AUTO
Despedida Celestina de Melibea, va por la calle hablando consigo misma entre dientes. Llegada
a su casa, halló a Sempronio, que la aguardaba. Ambos van hablando hasta llegar a su casa de
Calisto y, vistos por Pármeno, cuéntalo a Calisto su amo, el cual le mandó abrir la puerta.
CALISTO, PÁRMENO, SEMPRONIO, CELESTINA.
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CELESTINA.- ¡Oh rigurosos trances! ¡Oh cruda osadía! ¡Oh gran sufrimiento! ¡Y qué tan
cercana estuve de la muerte, si mi mucha astucia no rigiera con el tiempo las velas de la petición!
¡Oh amenazas de doncella brava! ¡Oh airada doncella! ¡Oh diablo a quien yo conjuré! ¡Cómo
cumpliste tu palabra en todo lo que te pedí! En cargo te soy. Así amansaste la cruel hembra con
tu poder y diste tan oportuno lugar a mi habla cuanto quise, con la ausencia de su madre. ¡Oh
vieja Celestina! ¿Vas alegre? Sábete que la mitad está hecha, cuando tienen buen principio las
cosas. ¡Oh serpentino aceite! ¡Oh blanco hilado! ¡Cómo os aparejasteis todos en mi favor! ¡Oh,
yo rompiera todos mis atamientos hechos y por hacer ni creyera en hierbas ni piedras ni en
palabras! Pues alégrate, vieja, que más sacarás de este pleito que de quince virgos que renovaras.
¡Oh malditas haldas, prolijas y largas, cómo me estorbáis de llegar adonde han de reposar mis
nuevas! ¡Oh buena fortuna, cómo ayudas a los osados y a los tímidos eres contraria! Nunca
huyendo huye la muerte al cobarde. ¡Oh cuántas erraran en lo que yo he acertado! ¿Qué hicieran
en tan fuerte estrecho estas nuevas maestras de mi oficio sino responder algo a Melibea, por
donde se perdiera cuanto yo con buen callar he ganado? Por esto dicen que quien las sabe las
tañe y que es más cierto médico el experimentado que el letrado y la experiencia y escarmiento
hace los hombres arteros y la vieja, como yo, que alce sus haldas al pasar del vado, como
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maestra. ¡Ay cordón, cordón! Yo te haré traer por fuerza, si vivo, a la que no quiso darme su
buena habla de grado.
SEMPRONIO.- O yo no veo bien o aquella es Celestina. ¡Válala el diablo, haldear que
trae! Parlando viene entre dientes.
CELESTINA.- ¿De qué te santiguas, Sempronio? Creo que en verme.
SEMPRONIO.- Yo te lo diré. La rareza de las cosas es madre de la admiración; la
admiración concebida en los ojos desciende al ánimo por ellos; el ánimo es forzado a descubrirlo
por estas exteriores señales. ¿Quién jamás te vio por la calle, abajada la cabeza, puestos los ojos
en el suelo y no mirar a ninguno como ahora? ¿Quién te vio hablar entre dientes por las calles y
venir aguijando, como quien va a ganar beneficio? Cata que todo esto novedad es para se
maravillar quien te conoce. Pero esto dejado, dime, por Dios, con qué vienes. Dime si tenemos
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