Miedo

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Estábamos en el refugio 4, eran aproximadamente las tres de la madrugada y ya estarían por llegar los cazadores. Tenía 16 años.

No era el miedo mi problema, ni mucho menos el tener que salir. Mi miedo era otro; temía no volver a verle. Le llamábamos Bestia, porque cuando llegó al refugio, muy muy pequeño, tenía un zarpazo de uno de los demonios en la espalda y aun así sobrevivió. Recuerdo que lloraba muchísimo y su única acompañante era su hermana, una chica de catorce años con la mirada perdida, traumatizada por el viaje, por haber perdido a toda su familia y todo lo que conocía. Ella no hablaba y no lo hizo hasta un año después, de ahí su apodo Misterio.

Quería protegerle, era mi única familia, mi única razón por la que seguir luchando.

Finalmente me dormí.

Sonó la alarma, pero era diferente, nunca la había oído y me levanté sobresaltada. Me puse la armadura, un mono negro con la insignia de un dragón en el pecho izquierdo. La armadura consistía en; un casco negro con visor nocturno, un cinturón para colocar las armas, unas botas de aspecto pesadas también de color negro y una chaqueta que a pesar de ser ligera era impermeable, antibalas y abrigada. El equipamiento en general era ligero para poder movernos bien.

Una persona normal habría entrado en pánico, pero mantuve la calma. Solo podía pensar en donde estaba mi hermano así que corrí por los estrechos pasillos de madera hacia su habitación sujetando un blaster. La gente del refugio corría hacia la sala principal, algunos asustados. Me chocaba con todas las personas, iba en sentido contrario a ellos. Cada vez estaba más asustada golpeé su puerta y vi que estaba saliendo un líquido negro de su habitación. Le di una patada a la puerta (era de madera muy desgastada).

Entré en la habitación sigilosamente, estaba todo oscuro y el ruido de la alarma y de la gente gritando me desconcentraba

Grité -¡Bestia! ¡¿Dónde estás?!- Nadie me respondió, tragué saliva. Había algo detrás de la cama, hacía ruidos raros. Me acerqué, admito que estaba temblando de miedo, no quería que fuese mi hermano, no quería que estuviera muerto.

Apunté con el arma y grité, me había asustado. Disparé como respuesta al susto. Era uno de esos demonios agonizando, estaba tirado en el suelo y le salía sangre, sangre negra, de la boca, una cosa espesa. Le habían disparado en el estómago, era un hombre antes de infectarse.

Los "demonios" eran en realidad humanos infectados con un virus que salía del agua cercana a las fábricas. Cuando el virus entra en el organismo de una persona (solo nos afecta a los humanos) Su piel empieza a aclararse al igual que el pelo y quedan albinos. El globo ocular se vuelve completamente negro y en cuanto a su dieta, se vuelven caníbales, es decir, somos su alimento. A demás son fuertes y ágiles en la oscuridad. Al ser hipersensibles a la luz se vuelven débiles y fáciles de destruir, pero mientras haya oscuridad nadie estará a salvo.

Por un momento me sentí feliz de que mi hermano no estuviera ahí pero comencé a caer en que si no estaba en su habitación no sabía dónde encontrarlo, caí al suelo de rodillas y me quité el casco, me aflojé el cuello del mono y me di cuenta de que entré en pánico, estaba teniendo un ataque de ansiedad y no podía casi respirar...

Perdí la noción.

Recuerdo haberme despertado en la sala principal del refugio, tapada con una manta en un sofá. Tan solo entraba en pánico cuando se trataba de mi hermano, para el resto de situaciones solía ser la persona más tranquila del mundo.

Todos estaban allí, bueno, eso pensaba. Me levanté del sofá (era una de los pocos afortunados que no durmió en el suelo) No sabía que estaba pasando y salí al patio, ya era de día. Había un pequeño grupo de gente en el patio, estaban lejos de la puerta y aún no sabía de quiénes se trataban.

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