Capítulo 36

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—Disculpe señorita— dijo alguien a mi espalda— se le ha caído esto—haciéndome girar hacia donde él estaba y lo vi sosteniendo la gorra adorada de mi hermano que como se entere me despelleja, me tiré cinco meses enteros pidiéndosela y me la dejó para que me callara, pero miedo me da que se entere. Pero lo que tengo claro es que no volverá a ver a su adorada, ahora es de mi propiedad.

—Gra...Gracias— balbucee mientras me fijaba en aquel monumento andante que había delante de mí.

  — ¿Aún va al cole, que lleva su nombre escrito dentro de la gorrita?—  dijo con un tono pícaro.

  — ¿Y a usted qué le importa? —  dije poniéndome seria, la sangre me hervía, todo lo que este tío tiene de guapo lo tiene de retrasado.

  — No se enfade señorita que solo bromeaba con usted.—  dijo poniéndose a la defensiva.

— Adiós—  dije y me giré para seguir con mi viaje y no hablar con inútiles como estos que no merecen la pena. 

Una vez en mi asiento, que por cierto estaba cerca de la ventanilla, lo que sentí en ese momento era indescriptible, así que como recompensa me puse a leer, anunciaron que el avión despegaría con una hora aproximadamente de retraso, porque había ocurrido no se qué cosa. Al terminar el capítulo de aquel maravilloso libro, cogí mi móvil y los auriculares para distraerme un poco, me puse lo auriculares y la dulce voz de Pablo Alborán inundó mis oídos, esa que tantos recuerdos me trae, pero aún así la escucho, me auto-destruyo y me doy cuenta de que a pesar de todo, eso que digo que ya quedó en el país del olvido, sigue conmigo destruyéndome cada vez que lo recuerdo.

Si un mar separa continentes
Cien mares nos separaran a los dos
Si yo pudiera ser valiente
Sabría declararte mi amor


Que en esta canción
Derrite mi voz
Así es como yo traduzco el corazón


Me llaman loco por no ver lo poco que dicen que me das
Me llaman loco por rogarle a la luna detrás del cristal
Me llaman loco si me equivoco y te nombro sin querer
Me llaman loco por dejar tu recuerdo quemarme la piel
Loco, loco, loco, loco, loco.
Loco, loco, loco...


Seco mis lágrimas, pero sigo escuchándola hasta que pierdo la noción del tiempo y escucho alguien hablar:

  —  Malak, ¿tienes agua? —  que pesado mi hermano, que vaya a la cocina a por ella, ¿En serio en tan mala persona se ha convertido para despertarme a traerle agua? y aun con los ojos cerrados. 

  — Para ti no, pesado. Ve tu a por ella y déjame dormir pedazo imbécil, siempre igual.—  giré mi cabeza hacia el otro lado y seguí durmiendo agradeciendo que el pesado ese se haya ido a buscar el agua solo. 

No han pasado ni dos minutos cuando escucho:

  — Bella durmiente, te cojo el móvil un momento—  tengo una sensación extraña, hay un hilo enrollado por mi cuello y cada vez tiran más fuerte cortándome la respiración, siento que me ahogo, no puedo respirar, creo que estoy yendo al cielo ya está mi fin ha llegado.

Me despierto sobresaltada con las manos en mi cuello y me doy cuenta de que no estoy en casa, estoy en el avión cumpliendo mi sueño, aquel cable es el de los auriculares que me ahogaban y me los quité antes de salir en las noticias con el titular de  "Chica muere ahogada en un avión dirección a Francia por culpa de los auriculares del chino",más que pena, dará gracia de esa de tirarte al suelo porque no puedes mantenerte en pie de tanta risa, como cuando iba a morir ahogada comiendo cola-cao con cuchara, y la muy cabrona de Intii que se reía de mi y no me pasaba ni un trago de agua, hasta que me dí cuenta que o me iba yo misma a por ese trago o ese era mi último aliento. Sonreí al recordar aquel día. 

Me empecé a dar cuenta de que realmente no estaba en casa y era mi imaginación, entonces ¿Quién me pidió agua? Quién me despertó?. Lentamente por no llevarme sorpresones, giré la cabeza a mi derecha y vi a ... ¿¡ Ossama!?.

  — Hola—  dijo con su especial sonrisa.

—  Ho...Hola—  dije—  ¿cómo tu por aquí?

—  Que casualidad ¿no?, de vacaciones, igual que tú bella durmiente—  dijo con una sonrisa irónica.

—  Demasiada casualidad diría yo—  dije devolviéndole la sonrisa.

  —  Dime entonces, ¿tienes agua? o paro el avión para salir a por él, pregunté a las azafatas y dicen que no queda, ¡vaya servicio!. 

  —  vaya hombre,  te morirás de sed ¿sabes?—  dije mientras agarraba la botella y daba un buen trago saboreando el agua, no es que tenga sabor pero para fastidiar al personal no esta nada mal y le sonreía mientras él me fulminaba con la mirada.

En un momento de despiste me arrancó la botella de las manos y me quedé asombrada, esa no me la esperaba.

  —  Te aseguro que nunca moriré de sed, al menos no hoy—  dijo agitando la botella en el aire mientras me guiñaba un ojo y yo le sacaba la lengua.

Mientras él bebía me puse los auriculares y mi canción aún sonaba, la había puesto en modo repetición, y al minuto otra vez las lágrimas aparecieron, cada vez en más cantidad hasta que sentí unos brazos cálidos, se lo agradecí en este momento era lo que más necesitaba, me estrechó contra su pecho y nos quedamos así unos minutos, los suficientes para que yo me calmara, pude oír su corazón latir desbocado.

Creo que de una manera u otra lo que pasó con Fouad le trae malos recuerdos que aún no me contó.

Me separé de su abrazo y al mirarlo a los ojos lo vi... ¿¡llorando!?. Eso me partió el corazón, nunca vi a alguien tan fuerte y tan seguro de sí mismo llorando en público.

  —Ossama, si quieres hablar...—  le dije en tono algo triste.

— Yo sé cosas de ti y tú de mi solo sabes mi nombre, mi oficio y edad y creo que en el poco tiempo que nos conocemos mereces saber algo más— dijo mientras cogía aire.... 


¿Destino?©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora