Capítulo 37

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  —Hace un par de años, en un pequeño pueblo de Toledo empecé a ejercer mi carrera como traumatólogo y psicólogo. En ese momento empecé como traumatólogo más que psicólogo. Un día como cualquiera iba hacia la consulta de mi amigo para ir a comer cuando en el camino vi a una chica, estaba muy mal, tenía ojeras de unos cuantos días pero me atrajo y quise conocerla, por sus rasgos supe que era marroquí, puse la excusa de su mala cara y le pregunté que si le pasaba algo y me dijo que su padre había muerto, y me abrazó. Con ese simple gesto intuí que no había nadie que la apoyara así que quise ayudarla y también amarla y cuidarla. 

Empezamos a vernos, a hablar y a desarrollar sentimientos el no por el otro.—  hizo una pausa mientras se secaba las lágrimas y buscaba fuerzas para seguir—  un día me dijo que la habían despedido del trabajo y que pronto también lo harían de casa y yo la quise en tan poco tiempo más de lo que llegué a querer a ninguna así que le propuse que venga a mi casa y ella de primeras aceptó, en ese momento no me extrañaba nada, solo la quería conmigo y quería casarme con ella pero cada vez que le sacaba el tema ella lo cambiaba, en su momento no pude ver el porqué si según lo que decía, me quería bastante y no me abandonaría nunca.

Mientras los días pasaban cada vez me ponía excusas para que me quedara con ella y no vaya a trabajar y yo como cada día me sentía más débil cedía rápidamente. Hasta...— dijo haciendo una larga pausa y como vi que no podía seguir le dije:

  — Ossama, si no puedes seguir déjalo, otro día que quieras contármelo ya hablamos— Le dije para ayudar, con lo que me ha pasado a mí y no puedo contarlo, no me imagino de donde saca él tantas fuerzas porque que llegue a vivir en su casa y ahora ya no lo esté...

— No, no Malak, prefiero hablarlo ahora—  dijo tomando aire para continuar—  pasaban los días y yo no podía prácticamente levantarme de la cama, me sentía débil y sin fuerzas, así que supe que algo iba mal, ella como todos los días salió, así que decidí llamar a mi amigo y compañero de trabajo que es el mismo que estuvo conmigo el día que te vi en el hospital. Y cuando le conté lo que pasaba decidió hacerme una visita y me dijo que no vino a verme en todo ese tiempo porque como la veía a ella y le decía que estaba bien que era solo un pequeño catarro, él pensó que así era porque la chica a simple vista y por la que la conocía le cayó muy bien, pero cuando vino a mi casa las cosas no resultaron ser lo que eran. Él vio sobre la encimera un bote que llamó su atención, y yo lo vi cuando él me lo enseñó porque de la cama no me movía, ese bote resultó ser veneno— hizo una pausa, y me fijé en su cara, estaba pálido y parece que hasta le costaba respirar— mi amigo llamó a una ambulancia para salvarme, yo aún no podía creérmelo y entonces empecé a analizar todo lo ocurrido y me di cuenta de que ella no me quería.

Cuando iba mejorando, mi amigo hizo de todo para encontrarla, la trajo y ahí me lo contó todo.

Cuando la vi por primera vez en el hospital no era porque su padre había fallecido, sino porque su novio necesitaba un trasplante de corazón y ella me vio a mi como presa fácil. Y decidió aprovechar la ocasión para envenenarme y cuando no tenga sentido de la razón quería hacerme firmar un papel en el que quiero donar mis órganos después de fallecer.

En cuanto mejoré me mudé aquí, no podía seguir allí ni un segundo más, no lo soportaría... nunca me enamoré y la primera vez que lo hago resulta que me quería matar, le debo la vida a mi amigo que intervino en el momento justo, si hubiera tardado un poco más...— no pudo acabar la frase y se lanzó a mis brazos entre sollozos, yo no podría con todo eso, después de todo lo que le ocurrió, sigue en pie y con una sonrisa increíble, la primera vez que lo vi nunca llegué a pensar que hubiera pasado por algo así.

  — Cuando te vi aquel día en el hospital, buscando al chico que amabas de esa manera me di cuenta de que el amor verdadero existe y que solo habría que buscar en el lugar correcto. 

Lo abracé en silencio pues tampoco sabía que decir, en momentos así esa es la mejor medicina, mientras lloraba yo también, esto era demasiado.

Pasaron... no se cuanto tiempo pasó cuando se repuso y mirándome a los ojos dijo:

  — ¿Ves, las apariencias engañan?, soy psicólogo de los demás, los ayudo y salen adelante, pero aquí estoy sin saber que hacer con mi vida— dijo con media sonrisa.

  — Escúchame bien, estamos en un avión dirección a pasar unas perfectas vacaciones, todo lo que ha pasado aquí ahora y antes, aquí se queda, se pierde entre las nubes y no las volveremos a encontrar más. ¿Te parece buena idea?— Sé que lo que le estoy diciendo es prácticamente imposible pero le levantaría un poquito los ánimos al menos.

Me miró con su sonrisa y me dijo:

  — Perfectísima, doctora.

No me esperaba esta respuesta, pero claro es muy optimista, si después de todo sigue aquí disfrutando de su vida, creo que otra persona en su misma situación habría intentado acabar con su vida. Pero me alegra saber que hay gente valiente en el mundo aún.

  — Bien entonces— dije con una sonrisa.

Al aterrizar y recoger nuestro equipaje fui a coger un taxi para ir al hotel cuando me dijo:

— ¿A dónde vas?.

— Al hotel—  dije dudosa de si era eso a lo que se refería.

— Te llevo yo— dijo con decisión.

— ¿Cómo? ¿Vas a conducir tú el taxi?— dije con una sonrisa pícara.

— No, pero conduciré ese cochecito de allí— dijo señalando un hermoso Audi A6.

— ¿Cochecito?—  dije soltando una sonora carcajada mientras nos dirigíamos hacia este. 

¿Destino?©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora