Capítulo 38

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Una vez en el hotel, me quedé fascinada con la habitación, era enorme, nada que ver con mi mini cueva de casa, yo creo que esta habitación hace mi casa entera. Desde la puerta a mi mano derecha hay una puerta que será el baño, a medida que avanzo al frente hay una gran ventana con unas vistas increíbles, se ve la torre eiffel y todas las personas desde el quinto piso parecían hormiguitas y una pedazo de piscina llena de gente disfrutando, a mi izquierda una cama en la que cuatro gordos cabrían ahí y sin duda hasta sobraría espacio. Una mesita de noche a cada lado de la cama y a mi derecha un tocador que me viene de maravilla por su amplitud para dejar todo mi maquillaje que ocupa la mitad de mi equipaje y que sé que no usaré ni la tercera parte de todo eso. Aunque me extrañó que esta fuera mi habitación ya que en España no me hablaron de algo así, creo que se habrán equivocado porque de la que me hablaron creo que no tiene ni ventana. Una vez pase por recepción se los comento.

Me acerqué a la ventana y contemplé aquella preciosa piscina y a toda aquella gente disfrutar. Después de mirar tanto aquel precioso paisaje decidí darme una ducha y salir a dar mi primer paseo por aquella bonita ciudad, una hora más tarde ya estaba en recepción vestida con una camisa sin mangas roja, un pantalón negro y mis tenis rojas. En un tiempo récord me planché el pelo y me maquillé un poco.

Cuando bajaba las escaleras del hotel tuve una sensación extraña, todo mi cuerpo se paralizó y se me puso el vello de punta. Tuve un sentimiento raro, jamás antes experimentado, es como si alguien me vigilara y con malas intenciones.

Me quedé paralizada, no podía moverme, temía hacerlo y que me pasara algo.

Al paso de unos minutos que se me hicieron eternos al ver que no ocurría nada, me arriesgué y me giré sobre mí misma para ver si había alguien pero no había nadie y pensé que la sensación sería porque era la primera vez que venía a este lugar y que aún me sentía extraña.

Con ese pensamiento en mente me relajé y emprendí mi camino por aquellas calles en las que me paraba cada dos por tres para inmortalizar aquellas preciosas vistas.

Pasé delante de una cafetería y me di cuenta que tenía hambre. Así que entré y pedí lo que como allá donde vaya, una napolitana y una taza de café, iba a dar el primer bocado a mi napolitana cuando de repente miré hacia mi derecha y había alguien mirándome con una cara nada amigable y con algo rosa en la mano, en un acto reflejo, solté la napolitana sobre la mesa y de un salto me puse en pie, aquel individuo nada más verme salió corriendo del local.

En el momento que reaccioné y llegué a la puerta ya no había nadie, así que volví a mi mesa recogí mi bolso, pagué al camarero y salí dirección al hotel. Nada más salir, eché a correr sin mirar atrás.

Ya en el hotel cuando me dirigía hacia el ascensor escuché:

—Señorita Malak, este hombre pregunta por usted.

Me paré en seco, no me moví, ¿Será el de antes?, pero rápidamente estas preguntas y preocupaciones desaparecieron cuando escuché...

—¿Qué rápida eres no?, en tan poco tiempo ya has dormido y salido a pasear mientras yo dormía como un tronco y aún tengo sueño.— dijo con su sonrisa de siempre.

— Emm... ¿¡Oussama!?, ¡hola!— dije soltando una carcajada al procesar todo lo que me dijo.

— Te llega un poco tarde la información aquí en Francia ¿no?— preguntó con sarcasmo.

—Como puedes ver ni he dormido como has hecho tú ni he probado bocado en toda la tarde, así que esto no es normal.— dije con un tono de superioridad y omitiendo hablar sobre aquel individuo.

—Pues no se hable más y vamos a comer algo que yo también tengo hambre— Dijo prácticamente arrastrándome por el hotel antes siquiera de responder.

Al salir de nuevo ese escalofrío me recorrió todo el cuerpo y en un acto reflejo me aferré a su brazo, al sentir su contacto sentí como los músculos de su brazo se tensaban, pero me daba igual, con ese contacto yo me relajé y me sentí segura.

En otra ocasión ni lo tocaba pero la sensación de miedo y el arrepentimiento de no quedarme en España con mi pequeña familia y el por qué no le hice caso a mi madre me torturaba.

Pero con ese contacto me relajé y olvidé el tema, pero lo volví a recordar cuando vi que se dirigía al mismo local al que fui horas antes, pero al fijarme en la mesa donde estaba sentada se me congeló la sangre. A pesar de estar el local lleno de gente, estos ocupaban todas las mesas menos esa.

Además de que nadie la ocupa, seguía intacta la napolitana donde la dejé caer, la taza de café llena y la silla igual que la dejé. Solo que había algo que yo no dejé ahí, algo rosa.

Rápidamente mi mente recordó el momento en el que vi aquel individuo con algo rosa en la mano.

Pasamos delante de la mesa y cuando me aseguré de que Oussama no me miraba cogí ese trozo de papel rosa de manera disimulada y lo guardé en el bolso.

Puede que tuviera miedo pero la curiosidad me mata, no sé qué es lo que lleva eso pero en cuanto llegue al hotel lo averiguaré, aunque me sentía un poco incómoda con todo lo que me estaba pasando. ¿Y si le digo que me voy a lavarme las manos y allí lo leo? ¿ y si le digo que quiero descansar que estoy cansada? bueno no que se pensará que le estoy tomando el pelo, porque le dije que tenía hambre... ¿Qué hago ahora?.

¿Destino?©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora