Parque.

593 46 0
                                    

Ani, Ani, despiedta.

Me levanto rápidamente para que Gabrielle deje de brincar encima de mi. Tiene una sonrisa traviesa en su pequeño rostro. Sabe que odio esta forma de levantarme, igual me ignora.

—¿Podemos ir al parque?

Asiento, tallándome los ojos. Siento unas pequeñas manitas en mi cabeza, cepillándome el cabello levemente. Por las mañanas soy un desastre, mi cabello parece que fue tomado por un huracán y los labios se me ponen partidos y mis ojos no pueden ni abrirse. Parece que a Gaby no le molesta recordármelo.

—Deja me alisto.

Ahora ella asiente. Se baja de la cama con cuidado y recoge su oso de felpa del suelo. Sonríe una última vez en mi dirección antes de salir, cerrando la puerta.

Me vuelvo a echar en la cama. Ugh. ¿Por que diablos acepte? Solo quiero quedarme en cama hasta que tenga que bajar porque esté a punto de desmayarme de hambre. Luego volver a dormir o solo recostarme. Y así, una y otra y otra vez. Dios, me estoy comportando como esas típicas adolescentes depresivas. Me abofeteó, reuniendo valor para levantarme.

Tomo mi bata de baño. Y en el camino al baño de mi habitación voy desvistiéndome. Sé que Gab no me dejara tardar tanto así que solo me enjuagare en agua fría. Una muy buena manera de despertar. Después de hacer mis necesidades, entro a la regadera, dejando caer el agua en mi cabeza, luego se va resbalando.
Unos tres minutos después cierro el paso de agua. Me envuelvo en la bata y comienzo a alistarme.

Estoy terminando de recogerme el cabello en una trenza cuando Gaby me alcanza en las escaleras, tendiéndome un plato con pan tostado y fruta.

—Mami y mamá me dicen que comas antes de salir.

Genial. Mi hermana menor me tiene que dar de comer. ¿Más inútil me puedo ver? Termino rápidamente la trenza. Le acepto el plato, con una sonrisa forzada, incluso creo que parece una mueca. Me pongo a comer parada, acercándome al refrigerador. Dispuesta a hacerle algo de desayunar. Gaby me detiene.

—Ya comí, en lo que te vestías.

—¿Ah si? Vaya, ¿que comiste?

Me sonríe picara, haciéndome una seña con la mano. Me acerca al lavaplatos. Oh no. Hay un batidero de leche, cereal y plátano; fruta y cáscaras. Su sonrisa se ensancha. Le devuelvo la sonrisa. Solo porque ella está feliz de lo que hizo, de que se pudo hacer de comer. Amo a esta niña.

Termino mis tostadas con fruta. Gabrielle corre escaleras arriba, no me dice porque, pero cuando regresa entiendo. Llega poniéndose su chamarra y bufanda. También trae las mías. Le agradezco y me las pongo cuando dejo el plato. El invierno ha llegado, cuando salimos el frío viento de octubre nos lo recuerda.

—¿Ustedes piden dulces en Halloween?

—¡Claro! Es el día favorito de mamá An. ¿Y tú?

—Si, bueno, solo cuando no hacía mucho frío. O había nanas suficientes para llevarnos.—me informa dando pequeños saltitos.

—Bueno, alégrate; mamá nunca deja pasar ese día. Así llueva, nieve o truene. Tenemos que ir.

La platica acaba cuando llegamos al parque. Está casi completamente solo, para disfrute de Gabrielle. Me voy a sentar en una banca cerca para poder vigilarla de lejos.
Las preguntas sobre Halloween no me sorprenden en lo absoluto. Faltan solo unos días para la noche más esperada por los niños... y mi mamá. Faltan... no se, ¿dos, tres días? Ni siquiera se a qué fecha estamos.

Me acerco a los jueguitos cuando se quedan solos para Gab. Me siento en el inicio de un tobogán, pareciera que voy a resbalarme. Después de un rato sentada, alcanzó a ver unos rayones. Rápidamente el recuerdo de Camerón trayéndonos al parque viene a mi memoria. Cuando unos tipos molestaron a mi hermana y él la defendió, e intimido a los sujetos. Luego nos compro panecillos. El pidió uno de moras, Gaby uno de fresa, y yo de chocolate. También nos compro malteadas. El se compro una de chocolate y Gaby de fresa. Yo no quise. Me daba vergüenza, ya nos había comprado panecillos, no quería ser una carga. Igual, Cam me compartió de su bebida. Solo que no la tomamos como en las películas; de vez en cuando él la agarraba, luego yo le tomaba unos cuantos sorbos. Incluso nos la arrebatábamos por jugar. Parecíamos niños pequeños, en especial cuando Gabrielle nos reprendía, sonriendo. Me dan ganas de llorar. Sin embargo no me lo permito. Sigo pensando que sería tonto llorar por Cam, cuando tengo peores cosas en las que pensar, en las cuales preocuparme.

Pero al fin y al cabo soy una adolescente tonta que no ordena sus prioridades, por lo que una lágrima se me escapa.

La amiga de Maya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora