15. El juicio.

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Piscis.

Mi cuerpo tiembla ante el frio que siento en estos precisos momentos. ¿Cómo llegue a esta cumbre nevada? Aun me lo pregunto. A penas me di cuenta, ya estaba en este lugar. Los copos de nieve caen desde el cielo, mojando mi ropa, cabello y obstaculizando mi vista al caer en mis pestañas. Mis dedos duelen por el clima y el hecho de estar escalando no ayuda en nada. No importa a donde mire, solo logro ver nieve y rocas grises.

No se cuánto tiempo llevo así, pero me hago una idea. Debo llevar por lo menos 2 o 3 horas en este sitio y aun no sé lo que hago, lo que busco o cual es mi meta. No sé.

Me detengo un segundo, admirando la entrada de la cueva que esta frente a mis ojos. Indudablemente, esto me servirá de refugio. Tan rápido como mis piernas congeladas me lo permiten. Puedo tolerar el frio, pero esto ya es extremo, a penas los signos de aire lograrían hacerlo. El lugar tiene un aire húmedo, con estalactitas y estalagmitas de piedra negra, parece inmensa. Froto mis manos contra mis brazos para calentarme un poco. Camino un poco por el lugar; más en el fondo es cálido y se siente mucho mejor, sin embargo, en este punto, no hay nada que pueda iluminar el lugar, por lo que estoy sumida en una oscuridad. La odio, realmente no tolero el hecho de no poder ver que más hay, no poder ver más allá de mi nariz. Me siento realmente desprotegida.

Resoplo ¿Qué debería hacer? ¿Qué clase de juicio es este? Pronto, veo una flama incandescente aparecer en una pequeña fogata de madera algo larga. ¿Cómo llegó esto aquí? Realmente no entiendo nada de lo que sucede. Me acerco con mis movimientos relativamente más rápidos que antes. Dejo que su calor me cubra todo el cuerpo.

Siento un aliento en mi nuca. Al voltearme, el aire de mis pulmones se escapa, mirando a las figuras opacas. Son tres, cada una de ellas idénticas a mi familia. Cáncer, Escorpio y yo en el medio. Sus ojos rojos mirándome sin escrúpulos con repulsión. Cuando me doy cuenta, me rodean, mirándome desde lo alto con prepotencia.

—Piscis...—La voz que sale de la sombra similar a Escorpio, suena con eco. — ¿Por qué me dejaste?

—No lo hice...

—Lo hiciste. Eres tan egoísta que no puedes ni ayudarme, a mí, que soy tu hermano.

— ¡No es verdad! Solo pienso en cómo puedo ayudarte.

Me parece increíble el hecho de que mi mente en serio piense que son ellos, peor aún, me parece increíble que también es como ver mi reflejo.

—Es mentira—Habla la sombra de mi hermana. —, ni si quiera te molestas en pensar cómo nos sentimos nosotros.

— ¡Lo hago!

—Si fuera así, entonces te habrías dado cuenta por lo que estaba pasando nuestro hermano.

— ¡Jamás nos dijo algo al respecto!

—Porque somos débiles. — Ahora es mi sombra quien me reclama. — Soy una inútil, los demás fácilmente podrían resolver el problema si yo no estorbara.

—Solo quiero ayudar.

—No lo hago.

— ¡Lo intento!

—Todo en vano. —Le veo sonreír, causándome un escalofrió incomodo en toda mi espalda. — ¿Cómo Capricornio se podría fijar en mí?

Trago saliva de golpe. Realmente, esto no me gusta para nada. Continúan difamándome, diciendo cosas que logran lastimarme. Sus voces son lo único que escucho, siendo potentes, palpitando en mis oídos. Cuando me doy cuenta, me encuentro de rodillas en el suelo, con las manos en mis orejas, tratando de evitar que sus palabras se cuelen por estos, pero me parece imposible.

Problemas en el Olimpo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora