24. ¡¿Correr?!

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Aries.

No sé cómo es que terminamos así. ¿Estoy corriendo? ¿Yo? ¡Yo nunca huyo de estas cosas! Lo único que sentí antes de encontrarme en esta situación, fue la mano de Géminis jalarme con ella por los pasillos. Así es como ahora, los cuatro corremos por el lugar con la bestia aquella siguiéndonos, pisándonos los talones.

Izquierda, derecha, todo recto. Yo soy el ultimo de todos, así que veo lo que sucede al frente, a los lados y atrás, pero parece que no soy exactamente bueno. Volteo para ver si sigue persiguiéndonos y sorprendentemente no veo nada, sin embargo, cuando me vuelvo a girar para ver por donde avanzo, la bruma oscura aparece obstaculizando nuestro camino y pronto toma su forma corpórea. Derrapo sobre el suelo hasta quedar frente a los demás, cara a cara con ello. Alzo mi mano de una manera tanto brusca y pronto una pared de llamas fogosas se crea. No pienso que esto lo destroce, pero me dará tiempo de pensar en algo mejor. Mientras la especie de lobo al otro lado trata de atravesar, yo tomo a la primera persona que tengo al lado del brazo y la arrastro conmigo en la dirección opuesta. Escucho los pasos de los demás a mis espaldas y no necesito girarme para saber que me siguen.

— ¡Mierda!— Exclamo entre dientes viendo que estamos en un callejón sin salida.

Miro la enorme pared de piedra y granito que se alza sin problema. Pronto escucho los pasos pesados de lo que nos sigue y mi respiración se acelera aún más, siento mi cuerpo vibrar por la emoción y la desesperación del momento. Trato de encontrar una salida, con mis ojos yendo en todas las direcciones.

¡Algo tiene que haber aquí!

Palmeo ansioso la pared como si buscase un interruptor, algún botón, ¡lo que sea! Pero no encuentro nada. Siento una mano aferrarse a mi ropa y al girarme veo a Géminis completamente aterrada, con la vista clavada en otra cosa. Cuando la sigo, veo a la bestia aparecer al fondo del callejón.

Suelto un pisotón molesto y el sonido que causa me parece peculiar.

"Clonck, clonck..."

No hay nada abajo. Suena vacío y con algo de eco hasta donde sé.

—Virgo. —Le llamo y sus ojos me miran. —Escucha.

Vuelvo a hacer lo mismo y parece que él entiende lo que le digo, pues mira el suelo y asiente con decisión. Volvemos a cruzar miradas cómplices antes de clavar nuestra completa atención a la bruma con cuerpo que se acerca lentamente, como si nos acechara.

Le veo preparase para atacar e inmediatamente miro a Virgo. Noto el brillo verde en sus ojos castaños y el suelo pronto se siente inestable. La bestia corre hacia nosotros y tengo unas inmensas ganas de zarandear a Virgo para que haga algo de una maldita vez. Siento como vibra bajo mis pies, pienso en que debo tomar a las chicas y así no las perderé, pero antes de que si quiera pueda mover un musculo, el suelo se abre y los cuatro caemos, justo cuando la bruma había decidido lanzarse contra nosotros.

Todo está a oscuras, hasta mis oídos llegan los gritos de mis acompañantes que pronto cesan después de unos minutos de caída, pues se escucha el correr de agua y el salpicadero que causamos al adentrarnos a ella de golpe. Saco la cabeza con dificultad y respiro. El agua brilla, o eso parece, fijándome bien, en realidad son diversos animales marinos que son bioluminicentes de un suave color cian o purpura. La corriente es tan potente que fácilmente nos arrastra por el extraño canal subterráneo que por desgracia es completamente irregular. Gira bruscamente a la derecha, a la izquierda, baja de golpe; trago grandes cantidades de agua, no puedo ver con claridad y me golpeo contra las paredes cerradas.

Solo escucho el líquido chocar con todo a su paso sin piedad alguna. Pronto escucho el familiar sonido de una cascada. ¡Debe ser broma! Ni si quiera estoy listo para la caída, de nuevo, cuando me doy cuenta de que todo se acerca mientras yo voy de cabeza. Otra vez termino sumergiéndome bruscamente en el agua, siendo golpeado por la corriente turbulenta. Con dificultad nado alejándome de la cascada y cuando trato de salir a la superficie, algo me lo impide, sintiendo una punzada de dolor en mi tobillo. Cuando miro abajo, lo encuentro atrapado entre rocas y cosas que lucen como coral.

Oigo como alguien grita mi nombre, pero llega apagado por la densidad del agua. Muevo el pie, pero no logro sacarlo, así que me doblo sobre el para intentar con las manos retirar las piedras, cosa tampoco parece funcionar. No puedo quemarlas, romperlas suena factible. Tomo otra roca cercana y comienzo a golpear, sin embargo la falta de aire comienza a hacerse notable, siento mis pulmones contraerse en busca de oxígeno, que no puedo conseguir.

Golpeo varias veces las rocas, pero por desgracia la que tengo en las manos se rompe. ¡Lo que me faltaba! Un grupo de burbujas aparece a mi lado y cuando estas se marchan, veo a Virgo y a Libra a mi lado. Al peli-verde le señalo la roca y rápidamente entiende. Parpadeo un poco cansado, siento la energía irse de mi cuerpo y ya no veo salir burbujas de aire de mi nariz o boca. Y aquí es cuando muero por ahogamiento ¡estupendo!

Unas manos delgadas me toman de los costados del rostro y me giran para encararla, lo que veo o siento después, es a Libra besarme. Sí, bien, no es exactamente un beso, lo único que está haciendo es pasarme un poco de aire.

Solo espero que Tauro no me mate cuando se entere.

Luego de eso, la veo regresar a la superficie y volver donde yo, mientras Virgo sigue ayudando a liberarme. Segundos después de esa tediosa rutina, por fin puedo moverme con total libertad. Los tres llegamos a la superficie, respirando. Yo trato de recuperar el aire perdido con una necesidad casi exagerada; nado hasta la orilla, en donde salgo y me recuesto sobre el suelo de baldosas negras boca arriba, sintiendo lo bien que es que aire entre a tus pulmones sin problema alguno. Toso un poco de agua y los demás me miran con cierta consternación.

—Ya estoy bien. —Aseguro con la voz ronca y me cuesta hablar bien. Me siento una vez descansado y miro la enorme, inmensa cantidad de agua. — ¿De dónde salió tanta?

—Probablemente de la casa de los agua y Acuario. —Habla Libra.

—Supongo. Eso ya no nos persigue al parecer, bien. —Veo la pequeña herida en mi tobillo, nada que no pueda soportar, solo un pequeño raspón. Me pongo de pie y les miro. —Nos quedaremos aquí un poco. Quítense la ropa.

— ¿Qué?—Pregunta incrédulo el signo de tierra, arqueando una ceja y mirándome un tanto sorprendido.

—No malentiendas, Virgo. Quítate un poco de ropa para poder secarla y que tú no te mueras de hipotermia. —Chasqueo los dedos y en el centro de nosotros una fogata improvisada comienza a brindarnos calor. ¡Ah! Se siente tan bien su calidez. —Quizás con un poco de ayuda de Géminis sea más rápido.

La chica me mira un tanto aturdida, pero al final asiente. Lo único que ilumina el lugar es el fuego y los animales fluorescentes. Hay estalagmitas y estalactitas que parecen ser de cemento o algo similar. No nos queda otra opción que quedarnos en ropa interior, mientras la ropa descansa en varias rocas de estas y Géminis crea una brisa pequeña para que se sequen con rapidez, permaneciendo alrededor del fuego para calentarnos.

La espada de apolo descansa con la prenda, rápidamente se secó y no me sorprende. Los minutos pasan con mucha lentitud para mi gusto, Libra toca un poco de música con su lira y logra relajarnos un poco, pero solo un poco. A penas la ropa esta seca en su mayoría, nos vestimos dispuestos a seguir. Apagamos la fogata y seguimos el rio, o la especie de rio. A algún lugar nos debe de llevar.  

Problemas en el Olimpo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora