25. Hola

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Cáncer

Después de interminables pasillos y de habernos perdido más de una vez, luego de habernos encontrado con múltiples problemas, luego de todo eso, logramos llegar a lo que parece ser un pequeño edificio de cuatro paredes y una sola entrada. Es simple, de un color negro obsidiana, con una puerta de metal plateada. Miramos alrededor de esta, parece que es el centro de este laberinto que me rompe la cabeza.

Los tres nos quedamos frente a la puerta, meditando si entrar o no, lo más probable es que Ofiuco este ahí detrás, pero ¿Qué haremos si entramos ahí?

Los demás parecen no llegar por ningún lado, no creo que lo hagan pronto.

—Podríamos arriesgarnos. — Dice Sagitario.

—Pero no tenemos ni a Acuario o Piscis como para que la encierren. —Respondo.

—Es cierto, pero podríamos debilitarla o sacarla del cuerpo de Escorpio para cuando ellos lleguen.

Miro dubitativa al chico, luego ambos clavamos nuestros ojos en el menor de los tierra, quien mira la puerta con una mano en la barbilla y la otra sobre su codo, en una pose seria de total concentración.

— ¿Qué dices, Capricornio?—Cuestiono y él me mira.

—Creo que no podemos perder más tiempo y me parece inservible que nos quedemos aquí esperando a los demás. —Le veo sujetar con fuerza su maza. —Deberíamos entrar, después de todo, somos tres, más que ella probablemente.

—Bien. —Suspiro nerviosa, enrollando el látigo en mi mano. —Está bien, solo hay que ser cuidadosos.

—Por supuesto. —Habla el azabache. — No sabemos que hay detrás de eso, así que debemos estar alertas por cualquier cosa que se presente. Si alguien tiene problemas, obviamente nos ayudaremos.

Asiento de acuerdo. Miro un segundo el suelo hasta que elevo mis ojos a la puerta, luego cruzo miradas con mis acompañantes como si nos preguntáramos si estamos listos. Capricornio abre la puerta por la perilla de metal, dejando ver una habitación sumida en la penumbra más espesa y el silencio más aterrador.

Él es el primero en entrar, luego yo le sigo y finalmente, Sagitario camina a mis espaldas. Caminamos un poco, guiados torpemente por la luz que se cuela de la entrada. ¿Qué buscamos exactamente?, y ¿qué hay en este lugar? Este lugar me causa malas sensaciones y miedo, ansiedad, nervios incontrolables que por momentos parezco paranoica. Un ambiente gélido y de ultratumba.

Todo esta tan oscuro que no puedo ni si quiera ver mi nariz y como si fuese poco, la puerta se cierra de golpe a mis espaldas con un sonoro estrepito, causando que me voltee de golpe en su dirección, pero ya no logro distinguir nada. Escucho algo romper el aire, algo que parece ser filoso causando una ligera brisa, además de otra cosa moviéndose rápidamente a mi costado a quien sabe dónde, seguido de un quejido de dolor y golpes secos.

— ¿Capricornio?—Habla Sagitario, ni si quiera tiene que gritar para crear eco en la habitación.

Siento mi respiración acelerarse mientras me mantengo quieta en mi lugar, girando en todo ángulo posible como si en cualquier momento un rayo de luz pueda iluminar mi camino.

— ¡Oye...!— La frase del signo fuego se queda corta pues alguien le interrumpe. Escucho sonidos incomprensibles y balbuceos inentendibles. Parece que trata de hablar, pero no se lo permiten.

Algo se ata a otra cosa y luego el sonido de una especie de cadenas que es tirada con fuerza hasta tensarse llega a donde estoy. Los sonidos deberían llegar claros, pero algunos se apagan con el tiempo, como si estuviesen muy lejanos o alguien evitara que se produzcan con libertad. Siento una presencia en esta habitación, no es Capricornio, no es Sagitario, es alguien más.

Escucho mi corazón latir en mis tímpanos, todo mi cuerpo suda frio y mi mano se tensa alrededor de mi arma. Doy unos pasos, totalmente desorientada y perdida. El sonido de pisadas en mi dirección retumba en mi cabeza como un aviso impredecible. Un escalofrió me recorre y siento un aliento frio en mi nuca, lo que eriza mi piel es su voz susurrarme al oído que al momento me congela. Estoy paralizada por el miedo y la sorpresa. Una voz que siempre había escuchado, pero que en estos momentos sé que no es la suya por los matices de malicia y veneno que posee.

—Hola, Cáncer.

Puedo sentir la sonrisa desquiciada que Ofiuco le obliga hacer a mi hermano.

Tauro.

Corríamos hasta que nos topamos con esta construcción que como las demás, parece insignificante por fuera, sin embargo esta es mucho más pequeña que las demás. Me pregunto que hay dentro mientras recupero el aire perdido por la carrerilla. Me giro a encarar a mis acompañantes para decirles que haremos, pero me interrumpe un conjunto de pasos presurosos que se acerca hasta donde nosotros estamos. Obviamente, todos nos colocamos en posición de combate, excepto Piscis, ella usa el casco y desaparece de nuestra vista.

Estos se acercan cada vez más, hasta que quedan justo frente a nosotros. Leo se detiene de saltarle encima a su hermano pelirrojo y los demás, mientras Acuario baja el cuchillo y yo respiro aliviado, viendo como la pececita se retira el casco.

— ¿Cómo están?—Pregunta Libra con rapidez.

—Uf. — Reacciona sarcástico Acuario, mostrando todo lo que han dejado de nosotros las peleas con esos monstros. —De maravilla, Libra.

Veo que forma un gesto de desagrado por la respuesta, pero no rechista.

— ¿Y los demás?—Pregunta Piscis con notoria angustia.

— ¿No están aquí?—Pregunta Géminis viendo a la chica de pelo coral negar con un movimiento de cabeza.

—No venían con nosotros. —Afirma Aries. —Quizás ya vengan en camino. ¿Llevan tiempo aquí?

—Como ustedes, acabamos de llegar. —Respondo.

—Bien, no es momento de un reencuentro de película mortal. Creo que este es el centro del laberinto. —Dice y señala la construcción que esta tras de mí.

—Eso parece. —Habla mi hermano. — Lo más probable es que ahí dentro este Ofiuco.

—Tenemos que entrar.

— ¿Qué hay de los que faltan?—Cuestiona Géminis mirando al ariano. — ¿No los esperaremos?

Veo como se pasa la mano por el cabello en un claro gesto de desesperación, luego abre la boca para decir algo, sin embargo un grito desgarrador resuena en nuestros oídos y todos nos giramos a admirar el pequeño edificio de donde ha provenido aquello. No es nuestra imaginación, claramente lo hemos escuchado.

—No hay tiempo para esperarlos. —Declara mi amigo pelirrojo con ira. Me devuelvo a verle.

Hace un gesto con la mano de que esperemos aquí, lo cual hacemos y le vemos caminar en torno a la construcción, luego regresa.

—Hay otras dos entradas. —Murmura mirando la espada de Apolo por unos segundos eternos, luego, sus ojos negros y rojos se clavan en los míos. — Tengo una idea. 

Problemas en el Olimpo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora