Capítulo 06

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Incluso antes o después del torbellino de problemas que se generó en su cabeza con un esbozar de intolerancia, cuando ya no podía más de todos los embrollos que había sufrido a causa de algo que realmente a él no le importaba en lo absoluto. Podía sentir las lágrimas picarle en los ojos en un acto de impotencia que lo hacia parecer un inútil, con un sentimiento incómodo acentado en el pecho y un augurio de tristeza, quizá.

Aún así después de haber sentido su corazón latirle en un zumbido ante el miedo que rebosaba en la habitación, el ambiente pesado y denso había perdurado por varios minutos más, incluso horas, en lo que parecía ser un calvario para él.

Contrajo las manos, apretando los dedos y estirando la piel de sus dorsos, murmurando incoherencias que se fundían en el silencio perturbador del cuarto, aquél que fue interrumpido gracias a unos leves golpes provenientes de la puerta.

Retrocedió unos cuantos pasos más allá, pasándose la tela del suéter por sus ojos rojizos y perdiendo la delicadeza en como realizaba el acto, sintiendo la piel arderle.

—Pase.

La pequeña y enana figura de una mucama ingresó en la habitación con las manos agarradas y la cabeza en alto mostrando así respeto ante él. -Disculpe que lo moleste pero los señores me han pedido que le comunicase que debe de ir con el chofer de casa hacia la ciudad para buscar un traje.

Isak frunce el ceño con notable confusión, pasándose las manos por los brazos.

—¿Traje?

El desconcierto se hace presente en sus palabras, no comprendiendo lo que la mujer de cabellos cobrizos recita en un tono firme.

—Para la fiesta que se llevará acabo esta noche, pensé que ya se le habían comunicado.

Isak mueve la cabeza vagamente en un gesto negativo que hace a la mucama pasarse las manos por la falda.

—La fiesta es para anunciar el compromiso del joven Wade y el señorito de una familia amiga de los señores Næsheim.

La mujer muestra un abismo de sonrisa en sus comisuras, marcando las arrugas en sus mejillas y frente.

—El chofer saldrá en treinta minutos. Con permiso.

La calle George IV Bridge era larguísima a tal punto que el otro extremo se perdía de vista desembocando más allá en algún lugar no visible para él

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La calle George IV Bridge era larguísima a tal punto que el otro extremo se perdía de vista desembocando más allá en algún lugar no visible para él. Su campo de visión se acortaba hasta las más altas edificaciones que rodeaban el perímetro a su alrededor, pasando desde locales de comida rápida, shoppings y empresas de alguna marca en específico.

A pesar de que el sol se encontraba en su punto mas alto el frío podía sentirse a todo su esplendor, con la suficiente potencia para tornarle la nariz y mejillas rojas carmín. El abrigo que había elegido ese día solo lograba calentarle el torso gracias al suéter de lana que llevaba debajo mientras que sus brazos y manos se mantenían luchando por mantener su temperatura corporal tibia.

El chofer a su lado le sonríe vagamente señalándole el shopping que se alzaba enfrente suyo, indicándole la tienda de ropa que se hayaba en la entrada del mismo.

Isak murmura incoherencias dirigiéndose con pesar hacia el local. Preguntándose si era realmente necesario adquirir un traje ese día.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarlos?

Un joven de baja estatura con el cabello teñido de verde y la piel blanca como la nieve recita con simpatía, moviendo las manos en un gracioso ademán.

—La señora Næsheim me ha pedido que venga a buscar un traje para el joven Isak. — comunica el hombre sonriendo sutilmente.

Los ojos grises del muchacho se dirigen con rapidez hacia Isak, sonriendo con gracia y asintiendo varias veces con la cabeza.

—Espérenme aquí. La señora me ha dejado el traje en la bodega, ahora se los traigo.

El muchacho se da la vuelta y entornando las caderas se aleja hacia una puerta en el fondo del local, donde Isak ve la oportunidad de observar el trasero del chico, sin importarle si se veía muy descarado al hacerlo.

Deshaciéndose de los primeros botones de su abrigo se voltea con fatiga hacia la puerta del local al sentir la campanilla de la misma sonar en un -para él- irritante tintineo.

Recordaba con exactitud lo que su abuela decía, intentando parecer graciosa pero al mismo tiempo teniendo seriedad en sus palabras; el miedo se caracteriza por una sensación poco agradable, haciendo que tus manos tiemblen o quizá tu corazón lata tan rápido como en un zumbido, como también puede quedar paralizado por lo que fueron cuestión de segundos en los que el ser humano los siente eternos.

Miedo.

Era algo que nunca había experimentado antes, ni siquiera cuando veía las típicas películas de terror que estaban de moda en esos tiempos en los que los niños se armaban de valor para verlas, queriendo parecer valientes.

Quizá el miedo que llegaría a sentir algún día se extendía mucho más allá de algo superficial.

Estaba en lo correcto.

Nunca había pensado que su miedo se concentraría en algo, o más bien en alguien, que apenas y estaba relacionado con él.

Aquél hombre que ingresaba al local con un caminar despreocupado parecía ajeno a su presencia en el mismo cuarto. Aferrado con firmeza a su acompañante sin dirigirle ni una sola mirada que, en cierto punto, agradeció. Lo observó sonreír y abrazar con afecto al joven a su lado, susurrándole al oído con suavidad.

 —Aquí esta el traje. — una voz lo sacó de su ensoñación encontrándose con aquél chico de gracioso cabello verde.

Entonces él volteó, le sonrió con sorna y se fue por uno de los pasillos sin soltar en ningún momento la mano de su acompañante.

Wade desaparece al final del corredor, no sin antes observarlo a los ojos con una dura expresión en su rostro que se pierde tan rápido como apareció.

Hermético © (Evak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora