Hermético © (Evak)

Capítulo 11

El resto de la tarde Even se encontró algo raro pese a los intentos de Isak por crear un ambiente agradable para ambos. Sin embargo, cuando anocheció por completo, ambos se recostaron sobre la manta luego de haber degustado la comida.
La luna lograba iluminar gran parte del bosque y solo se podía escuchar el fuerte sonido del río abajo del precipicio.

Isak no había vuelto a hablar, solo se dedicó a contemplar las brillantes estrellas en el oscuro cielo. Ya que se encontraban en el bosque, donde no había contaminación, se podía ver más estrellas de lo normal. El cielo y ambiente se notaba limpio a comparación del de las ciudades. El olor de la naturaleza lo relajaba y le gustaba escuchar la parsimonia respiración de Even a su lado.

Observó de reojo a su acompañante, intentando no incomodarlo y/o perturbar su sueño. Sus párpados pálidos se encontraban cerrados, parecía demasiado tranquilo mientras dormitaba con una mano posada en su pecho y la otra cerca de la suya. Sus labios seguían algo resecos pero no tanto como antes, a pesar de la escasa luz, podía notar sus cicatrices marcadas en su rostro blanco, sobre todo, aquella que le atravesaba la mitad de la cara.

Isak volteó un poco la cabeza, ahora observándolo de frente, sonrió de lado al ver sus labios entreabiertos y escuchando los pequeños sonidos que hacía con la boca.

Sus cabellos rubios se asomaban por debajo de su gorro negro esparciéndose por su frente blanca. Levantó la mano con timidez, un temblor apoderándose de su extremidad.

Titubeando acomodó unos cuantos mechones que llegaban hasta sus pestañas rubias.

Suspiró volviendo a sonreír de lado.

Segundos después, Even se removió en su lugar colocándose de costado, mas no se despertó. Siguió dormitando con la respiración pausada y tranquila, sus manos se habían acomodado debajo de su mejilla derecha para mayor comodidad.

Isak se movió, acomodándose de costado.

Simplemente lo observó dormir agarrando con timidez su muñeca.

Era la primera vez que lo veía tan tranquilo y, sobre todo, sabía que hace tiempo no dormía con normalidad.

Acariciando su muñeca bañada en cicatrices, deseó que aquella paz que ahora surcaba su rostro se quedase por mucho tiempo más.

Even merecía un momento feliz en su vida.

Y el resto de la noche simplemente veló su sueño.

Isak había pasado la mayor parte de la noche cuidando el sueño de Even y, luego de un tiempo, él despertó.

Sus pupilas dilatadas lo observaban fijamente, no hablaba ni parpadeaba. Isak sonrió tranquilo.

—Perdón por dormirme. — murmuró desviando sus ojos hacia abajo.

—No importa. — contestó sonriendo y sentándose sobre la manta.

—¿Qué hora es? — preguntó pausadamente, acostándose de espaldas.

Isak echó un rápido vistazo a su celular a un costado de su mochila.

—Once y media. — respondió luego de unos minutos.

—Debería irme. — Even susurró bajito cerrando nuevamente sus ojos.

—Yo también, ya es algo tarde... — Isak sonrió de lado.

Comenzó a guardar las cosas en la mochila observando de reojo al joven rubio a su lado. Parecía completamente inmerso en sus pensamientos con los ojos fijos en el oscuro cielo. Era una grata compañía agradable, a pesar de ser de pocas palabras.

—Me gustaría repetir esto de nuevo... — fue él quien rompió el silencio. — alguna vez.

Isak se mostró algo sorprendido y feliz. Era un gran avance.

—¿En serio? — preguntó asombrado. Demasiado.

El joven atinó a asentir vagamente mientras se ponía de pie metiendo las manos en los bolsillos de su buzo.

—Fue agradable. — Even soltó restandole importancia.

Sonrió apenas pasándose tímidamente la mano por el pelo.

—Ademas... — agregó luego de unos minutos. — me gustan los sándwiches que haces. — comentó jocoso.

Isak volvió a sonreír avergonzado. Era un pésimo cocinero, pero los sándwiches le quedaban pasables y comestibles. Estaba feliz de que le gustase.

—Supongo que podemos repetirlo. — afirmó susurrando con el rostro caliente. —Cuando tu quieras.

Even lo miró por unos instantes sin decir nada y rió suavemente.

—Esto está mal. — indicó en un susurro.

Isak arrugó la nariz acomodándose la mochila en su espalda con una notable confusión.

—¿Por qué? — cuestionó con una mirada inquietante. — No estamos haciendo nada malo.

Even frunció el ceño sentándose abruptamente en el piso.

—Yo no dije que estuviéramos haciendo algo malo. — chasqueó indiferente.

Suspiró con cansancio, bufando ante la falta de paciencia que comenzaba a hacerse visible. ¿Por qué era tan difícil entablar una conversación con él? ¿Cómo podía pasar de estar bien a no comprender absolutamente nada?.

—No hagas ésto tan difícil. — musitó. —Estoy intentando ayudarte pero tu solo empeoras las cosas. — soltó abrumado, sin siquiera pensar dos veces en lo que estaba diciendo.

El silencio por parte de Even fue incómodo al momento en que recapacitó en lo que había dicho. Se removió incómodo, sintiéndose completamente inútil y estúpido. La había cagado, nuevamente.

—Yo no te pedí ayuda. — soltó con algo de rabia. — Si te quieres ir, vete. No me importa.

Se puso de pie bruscamente tirando con enojo el gorro de su buzo con ambas manos.

—Even... — susurró. — Lo siento.

—Nunca debí hablar contigo. — confesó caminando con rapidez hasta perderse en el bosque.

Isak quiso gritar, gritar de enojo y frustración. Levantó de un manotazo la manta, doblándola con brusquedad en un bollo deforme.

Y, con un nudo que le presionaba fuertemente la garganta, se tragó las ganas de llorar y volvió hasta la mansión sabiendo que el paso que había avanzado con Even ahora había retrocedido el doble.