Capítulo 10

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Habían pasado la mayor parte de la noche sentados allí sin decir mucho en realidad. Even era una persona de pocas palabras, después de la escasa conversación que habían tenido no había vuelto a hablar con Isak pero aún así cuando lo pillaba observándolo le dedicaba una sonrisa tímida. 

Isak no se sentía incómodo como antes hubiese pensado que lo estaría, seguía sin estar cansado, incluso parecía mas activo que antes pero el frío que abrumaba la habitación le jugaba una mala pasada y hasta lograba desanimarlo. Recordó que en la biblioteca había una pequeña chimenea la cual todavía contaba con restos de leña en ella, rápidamente se puso de pie bajo la atenta mirada de Even a su lado. Se dirigió hasta la chimenea acomodando los palos con una pala de hierro para evitar ensuciarse las manos con las cenizas, arrancó una hoja limpia de una libreta y usó unos fósforos para prender fuego el papel y ponerlo entre medio de la leña. Tomo un tiempo, pero al final logró hacer un agradable fuego que pronto comenzó a calentarle el cuerpo.

Se sentó en la alfombra frente a la chimenea pero antes había buscado el libro que había dejado con anterioridad en la mesa de luz, lo abrió y prosiguió con su lectura.

Unos minutos después Even caminaba inseguro en el pasillo que había entre los estantes, Isak se volteó a verlo, sonriendole e invitandolo a que se acomodara a su lado. Pensó que se veía demasiado adorable al percatarse de sus ojos achinados a causa de que la luz le molestaba. Sin embargo se acercó y finalmente se sentó a su lado, demasiado pegado a él. Demasiado.

—Es mi libro favorito — murmuró observando fijamente el libro en las manos de Isak. —Lo leía todas las noches.

Isak pudo notar un leve movimiento en sus labios simulando una sonrisa apenas visible. Even estaba a su lado con las rodillas pegadas al pecho, los brazos rodeándolas y el mentón apoyado en sus piernas. Observó con curiosidad las marcas en su rostro y manos, sobre todo la cicatriz que cruzaba la mitad de su cara. Sus manos, en los dorsos, tenían pequeños cortes ya cicatrizados, los nudillos algo rojos y los labios resecos.

—¿Puedo preguntarte algo? —murmuró Isak sin quitar la vista de las páginas del libro.

Notó de reojo la acción de Even que fue, simplemente, encogerse de hombros.

—¿Quién es Tobías? —preguntó cautelosamente, observando al chico a su lado.

Even se tensó en su lugar, apretándose los brazos. Veía a un lugar fijo en el fuego frente a él, no se movía, ni parpadeaba. Parecía completamente ido.

—Perdón — se disculpó Isak. —, no hace falta que...

—Mi hermano. — interrumpió Even, con una expresión seria surcando su rostro y observándolo fijamente.

Isak asintió sin saber que decir, bajó la cabeza clavando la vista en sus manos pálidas. Intentaba buscar algo con qué cambiar de tema y al parecer la textura de la tela de su pijama era lo más interesante que podía notar. Todavía podía sentir la pesada mirada de Even sobre él, y eso lograba ponerlo nervioso.

El ambiente, de pronto, se había tornado demasiado incómodo y pesado.

Después de unos cuantos minutos Even no había vuelto a hablarle, pero había dejado de mirarlo. Él tampoco había tenido la intención de iniciar una nueva conversación ya que se sentía algo avergonzado y se maldijo mentalmente pues había cagado el lindo momento que llevaban juntos.

—¿Cuántos años tienes?

El susurro que salió de entre los labios de su compañero lo tomó por sorpresa porque pensó que, quizás, estaba enojado por aquella pregunta que le había hecho.

Hermético © (Evak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora