Sorprendido

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Valentina:

Han pasado tres semanas desde que mi padre está en el hospital, a diario vengo a verle. Quise quedarme a hacerle compañía pero se negó así que no me queda de otra que irme a casa. Pensé que lo dejarían salir en cuanto se recuperó de aquella crisis pero me equivoque el médico quería que se quedara para no perder tiempo y así seguir, más bien, comenzar con su tratamiento.

Al llegar espero encontrarme con Sebastián, pero me equivoque, al parecer hoy es su día de descanso y no vendrá hasta mañana...

Entró en la habitación de mi padre un poco desanimada e intentó disimular para que no lo noté, no lo consigo, y enseguida comienza ha hacerme preguntas.

-¿Qué tienes?- no le respondo solo le dedico una sonrisa que parece no engañarlo.- Valentina ¿Qué te ocurre?

-Nada, solo... es... Ya quiero que vuelvas a casa.- digo al fin pero hay algo en su mirada que me dice que no me cree del todo...

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Sebastián:

Ya me había acostumbrado a verla todos los días, cada mañana me levantaba con el ánimo de verla, tres semanas que sentía que un imán me arrastraba derechito a esa habitación solo para verla... Hoy quería que fuera igual, no me había tomado ningún día libre solo por verla, sin embargo mis planes cambiaron con esa llamada.

Mi familia se considera como una de las más prestigiosas y acaudaladas que pudiesen nombrar, empresas por aquí hoteles por allá... El circulo en el que nos movemos debe ser muy selectivo según mi madre, aunque claro no pensamos igual, en casa cada quien tiene sus ideales, debo decir que nadie se mete con la manera de pensar que tengamos, aunque no se esté de acuerdo. Se respeta igual.

Desde que ocurrió mi fallida boda decidí dejar atrás todo lo relacionado con el mundo de los negocios y solo dedicarme a mi carrera como médico, aunque nunca tomé muy enserio esa rama, no me llamaba la atención, a mi padre no le agradó la idea, pero como ya dije se respeta la manera de pensar de todos, aunque sí duró un tiempo sin hablarme.

Me dirijo a su oficina en este momento, la cual se encuentra en el centro de la ciudad, y aún par de calles el hospital en el que trabajo, mi corazón se acelera en cuanto pasó por ahí, no puedo evitar llevarme una mano a ese punto. Llevo días sintiéndome extraño.

Camino por los pasillos del gran edificio, y enseguida entró en el elevador, pero antes de que las puertas se cierren una chica, muy bella debo decir, toma el ascensor conmigo y en cuanto me ve me dedicó una sonrisa, yo solo asiento. Ambos bajamos en el mismo piso, sin embargo ella se dirige a la sala de juntas y yo entro al despacho de mi padre quien ya me espera.

Tocó a la puerta y cuando aprueba que entre lo hago.

-Hola, lamento haber tardado- lo saludo pero el se encuentra muy serio.

- No te preocupes, fue mi culpa, no te informé que hoy te necesitaba en la empresa.

-Si, sobre eso, no veo en que te puedo ayudar. Si prácticamente no se nada respecto a la compañía.

-Verás...- hace una pausa y eso me pone algo incómodo, nervioso- Hay un nuevo socio... Que solo quiere llevar a cabo su inversión con una única condición...

-¿Cuál?- me desespera, que no termine rápido de explicar.- ¿Cuál es la condición?

-Veras, él quiere invertir su dinero con nosotros, pero no quiere poner en riesgo el patrimonio de su único familiar... Su hija.

- No entiendo qué tiene que ver eso conmigo...

-Debes casarte con ella- mi quijada está totalmente desencajada y mis ojos ni se diga los tengo bien abiertos.

Por AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora