Capítulo 21

177 20 9
                                    

El último mes fue mucho más difícil de lo que esperaba. Luego de esa asombrosa navidad llegó un catastrófico año nuevo donde mi propuesta principal fue conseguir superar mi anorexia y salir de la clínica. Otros propósitos (o más bien fue un deseo) fue hacer todo de mi parte para que Anahí, Dulce y yo seamos mejores amigas durante mucho tiempo más, y bueno, uno que otro propósito más que no caben aquí.

Cuestión que la cena de año nuevo fue realmente grande y pesada, mi plan era moderarlo lo más posible, pero la ansiedad lamentablemente fue más fuerte que yo y arrasé con la mesa. ¿Alguna vez sintieron la molesta sensación de estar tan llenos que están a punto de explotar? Así me sentía yo, y me di cuenta de que era una gorda incontrolable, así que me fui hasta un lugar alejado del camping y vomité cada pedazo de carne, pollo, postre, alcohol y hasta ensalada que había consumido. Sin que nadie me viera fui hasta el baño, me lavé la boca y los ojos (que luego de vomitar me quedaron llorosos), me retoqué tantito el maquillaje y salí con mi gran sonrisa, sólo pedí un café para terminar la noche.

Primer recaída del año.

No pasaron más de cuatro días que tuve otra, esta vez me di un atracón terrible con las albóndigas de soja de la cafetería.
Y sí, seguramente están pensando "qué tonta Maite, ¿por qué la culpa si son de soja?", bueno, cuestión que en mi estancia en esta carcelinica aprendí que "Light" y "sano" no quiere decir "no engorda", además no eran 4 o 5, fueron 15 ALBÓNDIGAS, ¡Por Dios! Ni en aquellos días en que probaba bocado después de 12 días sin comer me atragantaba con 15 malditas albóndigas.

Esa fue mi segunda recaída.

Hubo muchas más y algunas muy seguidas, incluso he llegado a 3 en un mismo día, hubo un total de 23 recaídas el primer mes, interesante manera de empezar el año, ¿no?

En el mes que comienza, febrero, intentaré que aquel 23 se convierta en un número menor, quizá un 0 sea imposible, pero haré mi mayor esfuerzo.

¿Se dan cuenta? Es mentira que querer es poder, es una gran mentira. Si es cierto que queriendo se logra mucho más, pero no por querer por ejemplo bajar 7 kilos en una semana lo logras. A nosotras suelen decirnos el típico "querer es poder" sin saber que para nosotras NO es así de fácil, el poder implica muchas cosas (y entre una de ellas está el querer, no lo niego).

No sé cuánto peso, pero pagaría por saberlo, a veces siento que es insostenible este tratamiento, comidas de más, porciones de más grandes, demasiadas grasas, azucares, porquerías que nos tientan. ¡Y cómo olvidarme de los retos que nos pegan cuando no cumplimos! Por si no recuerdan en esta clínica queda prohibido vomitar, y es claro que más de una vez me han atrapado (aunque no todas). He tenido que lavar platos, consumir calorías extras, cocinar, limpiar los pisos y demás cosas cada vez que me atrapan, ¿es que no entienden que no es fácil para una?

Pasaron unos pocos días del inicio de Febrero y por ahora no ha pasado nada (a estas alturas de enero ya tenía 3 recaídas, un pequeño paso para el hombre), he buscado maneras de poder llevar el tratamiento con mayor calma y me di cuenta de que la respuesta siempre estuvo frente a mis ojos, ¡AGUA!

Sí, el agua, pedí una botella de plástico en la cafetería de la clínica en la que caben 500ML de agua y la tengo conmigo siempre, antes de desayunar, media botella, antes de almorzar, una botella, antes de merendar media, antes de cenar media y al terminar una completa. ¡Sencillo! ¿No? Jaa pues no te creas que es así porque una vez que esto se vuelve rutina aburre y terminas por dejarlo.
Como no, ¡Agua con frutas!, esta tiene un poco de calorías pero es un poco más eficaz.

Mientras intentaba hacer un tratamiento normal evitando los atracones y vómitos (o en caso contrario, evitando no tocar el plato) pasaba ratos increíbles con Anahí y Dulce, que eran mi inspiración, no por seguir el tratamiento al pie de la letra (cosa que Anahí esforzaba de sobremanera mientras a Dulce le daba completamente igual, los dos polos de estas enfermedades) sino porque quería que tanto ellas como yo lográramos salir de la clínica e ir afuera a disfrutar de la vida, a estudiar, a divertirnos sin preocuparnos por cuanto pesamos o no, hacer una vida normal como chicas de nuestra edad. Quizá si no las hubiera conocido no tendría tanto empeño en este tratamiento, me daría igual recuperarme o seguir en la clínica por el resto de mi vida, pero no sucedió así y lo agradezco tanto.

Algunas veces nos sentábamos a pensar cómo ayudarnos, comentábamos nuestras dudas o nuestros problemas y nosotras, que conocíamos lo que la otra estaba viviendo mejor que nadie por el hecho de también estar viviéndolo en carne propia, nos aconsejábamos (el típico concejo que ni tú misma puedes cumplir, pero aún así lo das), algunas veces incluso acabábamos llorando por un motivo u otro, pero en lo que cabía éramos más que felices al sentirnos comprendidas por alguien más, alguien tan cercano como si fuera tu propia hermana de sangre y la conocieras de toda la vida, y aunque no fuera una amistad de toda la vida, es como si lo fuera, porque éramos tan confidentes que nos contábamos incluso las experiencias pasadas más vergonzosas o dolorosas, las que no puedes ni imaginar.

Y no sé cómo pero con el tiempo noté cambios en mí, de repente me acercaba al cuerpo de mis sueños, aunque fueran instantes, comía mejor, moderaba mis porciones (no siempre, pero lo hacía), lo intenté incansablemente, lo intenté a más no poder, los médicos se asombraban, las chicas también, aquel mes de febrero tuve apenas 9 recaídas, que fue un gran avance, pero aún quedaba mucho por hacer, siempre quedará mucho por hacer.

[Im]perfectas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora