Capitulo 6

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El centro de Crawly estaba desierto. Su habitual bullicio serenado por el ritmo languidecido de los domingos al alba. Subieron por High Street con The Old Houses a su derecha. El edificio era de un precioso estilo medieval con paredes blancas enmarcadas por tablas de madera oscura que formaban semi- círculos y triángulos en la fachada. Mientras que la parte baja erigida de ladrillos. El gran tejado de paja se deslizaba a ambos lados del edificio y las ventanas sobresalientes de madera se componían cristaleras separadas en pequeños cuadrados.

Callum se había mostrado encantado con la tranquilidad en un principio. Había creído que podría caminar libremente sin fingir estar infectado, pero cada pocos pasos se cruzaba con madrugadoras. La panadera preparando su local para las clientas, la mirada curiosa de una niña a través de la ventana de su habitación, un carruaje transportando a una acaudalada familia de viajeros. Todas ellas se fijaban en su presencia al no tener mucho más que mirar a esas horas.

Amanda notaba la tensión de Callum a su lado, conteniéndose a sí mismo para no analizar cada detalle del nuevo mundo que se abría ante él. Para recompensarlo, ella le susurraba explicaciones sobre las cosas que creía que habían despertado su curiosidad. A nadie le parecería peculiar que le hablara a su siervo, pues era algo que toda mujer hacía, igual que hablarle a un perro o a un bebé que aún no comprende.

La oficina de correos estaba cerrada, como bien había vaticinado ella. Pero también sabía que Fanny Wishaw les per- mitía deslizar cartas por debajo la pesada puerta, que enviaría


en cuanto regresara a la tienda el lunes. Amanda podría pa- sarse más tarde para saldar la deuda. Por supuesto, esa carta no era la que había escrito la noche anterior ante la atenta vigilancia de Callum, sino que la había reemplazado por una carta para sus primas segundas que vivían en Brighton. Pero Callum desconocía ese hecho.

Tras empujar la carta por debajo de la puerta, lo miró con una sonrisa forzada y, al verlo observar la tienda a través el cristal, se preguntó si sospechaba de ella. Su corazón dio un pequeño vuelco. Su integridad dependía de que él la creyera en su bando.

―¿Estás segura de que encontrarán la carta y la enviarán?

―preguntó con el ceño fruncido―. ¿No sería mejor regresar

el lunes para asegurarnos de que se envíe?

―¡Claro! ―respondió, y tuvo que detenerse para aclararse la garganta―. El lunes debo regresar para efectuar el pago. Entonces comprobaremos si la han enviado.

Amanda miró a su alrededor incómoda. El joven excitado con la perspectiva de comunicarse con las científicas había olvidado su papel. Por suerte nadie lo había presenciado.

Lo sostuvo por el brazo y apretó los dedos de forma imper- ceptible para posibles observadores.

La mirada de Callum  #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora