14
Los sabuesos al fin habían captado la esencia de un zorro. Sus ladridos retumbaban al unísono con su corazón, mientras ellas galopaban, raudas, para seguir a la patrona y a sus sabue- sos. Lo emocionante no era la caza en sí, sino la persecución. Cinco mujeres y sus caballos sorteando troncos caídos y ria- chuelos con el tambor de los ladridos de fondo. Su cuerpo se llenaba de energía y el brío le brotaba por los poros de la piel junto con el sudor del ejercicio. Esta vez era mejor, pues tenía a Callum a su espalda, disfrutando con ella de la emoción de la cacería. Sin duda, el muchacho se encontraba embobado con sus habilidades de amazona. Sorteaba, saltaba y salvaba obstáculos con velocidad y precisión.
Los sabuesos tomaron un giro inesperado y Amanda re- condujo a su caballo hacia ellos antes que cualquiera de sus compañeras. Se ubicó a la cabeza de la persecución y tuvo que reducir la velocidad adrede para que Sarah Richardson, la patrona de sabuesos, la alcanzara.
Estaba tan entusiasmada con la carrera que casi hizo pu- cheros cuando Callum le advirtió que necesitaba orinar con urgencia. Le echó un vistazo con los labios apretados, desean- do que se tratara de una de sus bromas, pero nunca antes lo había visto tan serio.
—Mi siervo necesita un momento —vociferó hacia el resto de mujeres—. Los alcanzaré de vuelta.
—Nos detenemos contigo. Aún nos queda toda la mañana
—concedió Sarah.
Amanda le ordenó a Callum que se bajara del caballo y que se adentrara en la linde del bosque para buscar un lugar apro- piado. El joven la obedeció y ellas le siguieron con la mirada hasta que desapareció entre los árboles.
—Hecho tanto de menos a mi John —comentó Bertha Lynch con las cejas hundidas.
—¿Cuándo te conceden a tu nuevo siervo? —inquirió Sally—. Ha pasado un mes de su muerte.
—Me lo podían haber enviado de inmediato, pero me sentí mal por no guardarle luto a mi John por un tiempo.
Jane se reacomodó el cabello alrededor de las sienes para asegurarse de que la cabalgata no había arruinado su estilo a la última moda, con su recogido alto y abombado como si fuera un turbante alrededor de la cabeza demasiados cabellos.
—Tienes suerte de que haya disponibilidad de hombres, en ocasiones fallecen más siervos que damas, y no pueden repo- ner tu pérdida tan pronto.
Bertha hizo una mueca de preocupación, como si no hu- biera pensado en esa posibilidad. Amanda sintió un dolor punzante en la boca de su estómago. Conversaciones como aquella nunca antes la habían repugnado; pero ahora que co- nocía a Callum, se daba cuenta de la aberración de tratar a los hombres como mercancía, que se puede reponer cuando se ha echado a perder.
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La mirada de Callum #Wattys2017
RomanceImagina que vives en la Inglaterra Victoriana. Ahora imaginatela con un nuevo órden donde las mujeres son las que están al poder y los hombres son los sumisos. Debido a una bactería que afecta al sexo masculino, los hombres llevan décadas en un est...