Capítulo 10

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10

Como había imaginado, Amelia Whipple la miró de arriba abajo con desaprobación e, incluso, horror.

―Señora Fairfax, ¿se ha caído en un charco de lodo?

―Más o menos ―concedió Amanda, reuniendo paciencia.

Quería que aquella comida terminase lo antes posible.

―Su madre me ha asegurado que es usted una joven con un comportamiento excelente y que nunca antes había hecho nada parecido. Dice que fue la emoción por recibir a su siervo lo que la sacó de quicio, momentáneamente.

―Eso es exactamente lo que me ocurrió. Espero que ten- ga la amabilidad de aceptar mis disculpas, de nuevo —dijo, marcando las dos últimas palabras. Recordaba perfectamente haberse disculpado en la panadería.

―Mi carácter benévolo me inclina a aceptar sus disculpas, jovencita ―comenzó la mujer con aires de verdugo que acaba de perdonar una vida―. Sin embargo, opino que su madre es demasiado indulgente con usted. Si fuera mi propia hija le impondría un castigo que le otorgaría la disciplina que una jovencita de su edad debería tener. Porque ya no es una niña,

¿sabe? Debe siempre respetar a las mujeres mayores que us- ted. Una vez mi hija Elizabeth...

Elizabeth era el nombre menos original de toda Ingla- terra.

―Discúlpeme, señora Whipple. Debo inspeccionar el al- muerzo ―la interrumpió Mary, para acto seguido salir de la habitación.


Amelia se detuvo boquiabierta, quizá un tanto ofendida por la interrupción, pero enseguida reanudó su monólogo dirigido a Amanda.

―Mi hija, Elizabeth, estudió en París y en Praga y es una de las jóvenes mejor educadas de Crawley. A Elizabeth nunca se le ocurriría gastar una broma así a una señora de mi edad. Las bromas están bien cuando ocurren entre gente de la mis- ma edad, siempre y cuando...

Amanda gimió interiormente. Solo el pensamiento de matar a Callum más tarde logró elevar su espíritu. Miró al muchacho con disimulo y lo encontró igual de aburrido y mortificado.

―...y mi salud tan delicada como está, me podría haber dado un ataque, sin contar con que los nervios que pasé me hincharon los tobillos y tuve un horrible dolor de estómago durante todo el día...

Amanda sintió la mano de Callum aproximarse a ella bajo la mesa, pero fue demasiado tarde para evitarla. Los dedos del muchacho presionaron la misma zona que Jane la mañana an- terior y con horror sintió como la risa navegaba de su garganta hacia el exterior sin poder hacer nada para detenerla.

La mirada de Callum  #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora