Capítulo 29

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—No pises esa roca, vas a resbalarte —le gritó Callum desde el agua mientras ella se alzaba con cuidado sobre la resbala- diza piedra. Tras conseguirlo, se lanzó al agua plegando las piernas contra su tronco y agarrándolas con sus brazos. Como había planeado una tromba de agua salpicó la cara del mucha- cho. Cuando emergió a la superficie lo vio secarse los ojos con las manos, y rio complacida.

—En el futuro debes obedecerme. Es por tu propio bien

—bromeó Callum, mientras intentaba cogerle un pie por de- bajo del agua.

—¿Quién lo dice? —preguntó ella nadando a toda prisa hacia las rocas.

—La Biblia.

Amanda alcanzó su destino antes de que él la alcanzara a ella y se aupó para sentarse en la piedra calentada por los rayos del sol.

—¿Quién dice que me preocupa lo que diga ese libro? —le espetó ella posicionando su rostro al sol. Callum se sentó a su lado.

—¿Es que no crees en Dios?

—Pero la Biblia no la escribió él. Me parece más una lista de órdenes que la palabra de Dios. Dios es demasiado mis- terioso para eso. Pienso que nos habla a través de las cosas que tenemos alrededor, como los libros. He encontrado tantas veces la respuesta a una duda existencial que me rondaba la cabeza justo en el libro que leo en ese momento. Una frase


que responde de una manera tan perfectamente escrita que parece resaltar de la página hasta el punto de elevarse y re- sonar como una pista del camino a seguir. Dios nos habla a través de los músicos, que con una melodía son capaces ex- presar sentimientos sin palabras, y de las científicas, que con sus descubrimientos nos llevan hasta dónde Dios quiere que lleguemos y no por otro sendero.

—Creo que al Papa le acaba de dar un ataque en su cama de Roma —bromeó Callum.

—No lo creo, Callum. Hasta su señoría cayó preso de la bacteria. Y aunque pudiera oírme no creo que haya entendido nada de lo que acabo de decir. Ellos solo saben de oro y de tierras —contestó ella—. Además, dudo que el Papa esté en la cama a estas horas.

—Claro que sí, durmiendo la siesta papal.

—Creo que esos son los españoles —lo corrigió.

—Pues hoy seré español —dijo Callum, bostezando. Le mesó los cabellos de la nuca con brusquedad para irritarla—. No dormí nada anoche. ¿Me acompañas?

Amanda sacudió la cabeza enérgicamente.

La mirada de Callum  #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora